—¡No! ¡Este ser es lo bastante grande para comérselo! ¡No tenemos tiempo!
—No conseguiremos pasar sin ayuda.
Otra rama les lanzó otro latigazo, con las ramitas enroscadas como puños.
—Si ese perro ha podido entrar, nosotros también —jadeó Harry, corriendo y zigzagueando, tratando de encontrar un camino a través de las ramas que daban trallazos al aire, pero era imposible acercarse un centímetro más sin ser golpeados por el árbol.
—¡Socorro, socorro! —gritó Hermione, como una histérica, dando brincos sin moverse del sitio—. ¡Por favor...!
De repente, como si el árbol se hubiera vuelto de piedra, dejó de moverse.
—
—Es amigo del perro —dijo Harry con tristeza—. Los he visto juntos... Vamos.
Ten la varita a punto.
En unos segundos recorrieron la distancia que les separaba del tronco, pero antes de que llegaran al hueco que había entre las raíces,
—¿Dónde está Ron? —le preguntó con voz aterrorizada.
—Por aquí —indicó Harry, poniéndose en camino con la espalda arqueada, siguiendo a
—¿Adónde irá este túnel? —le preguntó Hermione, sin aliento.
—No sé... Está señalado en el mapa del merodeador; pero Fred y George creían que nadie lo había utilizado nunca. Se sale del límite del mapa, pero daba la impresión de que iba a Hogsmeade...
Avanzaban tan aprisa como podían, casi doblados por la cintura. Por momentos podían ver la cola de
Y entonces el túnel empezó a elevarse, y luego a serpentear; y
Se detuvieron jadeando, para coger aire. Avanzaron con cautela hasta la abertura.
Levantaron las varitas para ver lo que había al otro lado.
Había una habitación, muy desordenada y llena de polvo. El papel se despegaba de las paredes. El suelo estaba lleno de manchas. Todos los muebles estaban rotos, como si alguien los hubiera destrozado. Las ventanas estaban todas cegadas con maderas.
Harry miró a Hermione, que parecía muy asustada, pero asintió con la cabeza.
Harry salió por la abertura mirando a su alrededor. La habitación estaba desierta, pero a la derecha había una puerta abierta que daba a un vestíbulo en sombras.
Hermione volvió a cogerse del brazo de Harry. Miraba de un lado a otro con los ojos muy abiertos, observando las ventanas tapadas.
—Harry —susurró—. Creo que estamos en la Casa de los Gritos.
Harry miró a su alrededor. Posó la mirada en una silla de madera que estaba cerca de ellos. Le habían arrancado varios trozos y una pata.
—Eso no lo han hecho los fantasmas —observó.
En ese momento oyeron un crujido en lo alto. Algo se había movido en la parte de arriba. Miraron al techo. Hermione le cogía el brazo con tal fuerza que perdía sensibilidad en los dedos. La miró. Hermione volvió a asentir con la cabeza y lo soltó.
Tan en silencio como pudieron, entraron en el vestíbulo y subieron por la escalera, que se estaba desmoronando. Todo estaba cubierto por una gruesa capa de polvo, salvo el suelo, donde algo arrastrado escaleras arriba había dejado una estela ancha y brillante.
Llegaron hasta el oscuro descansillo.
—
Solamente había una puerta abierta. Al dirigirse despacio hacia ella, oyeron un movimiento al otro lado. Un suave gemido, y luego un ronroneo profundo y sonoro.
Cambiaron una última mirada y un último asentimiento con la cabeza.
Sosteniendo la varita ante sí, Harry abrió la puerta de una patada.
—¡Ron!, ¿te encuentras bien?
—¿Dónde está el perro?
—No hay perro —gimió Ron. El dolor le hacía apretar los dientes—. Harry, esto es una trampa...
—¿Qué...?
—Él es el perro. Es un animago...
Ron miraba por encima del hombro de Harry. Harry se dio la vuelta. El hombre oculto en las sombras cerró la puerta tras ellos.