– Buena lubricación, bonita y llamativa -anunció el Maestro, luego tiró suavemente de sus labios exteriores apartándolos, exponiéndola más plenamente. Trató de fingir que era solamente un examen regular. Los había tenido antes.
– Para aquellos que no han tenido sus lecciones de anatomía, -dijo el Maestro, -esto es un hermoso coño. La vagina se extiende hacia arriba desde aquí. -Un dedo le acarició los pliegues, y luego se deslizó dentro suyo, y ella jadeó cuando el calor disparó a través de ella. No podía estar excitándose frente a estas personas, ella no podría.
Quitó el dedo, volviéndolo a deslizar hacia arriba de sus pliegues. -Y este es el clítoris, extremadamente sensible. Hay que mantenerlo resbaladizo con los jugos.
Su dedo se arremolinó en su interior, haciendo que sus caderas se contoneen y luego subió, hacia arriba sobre su clítoris, deslizándose por encima y alrededor hasta que la necesidad apretaba dentro de ella.
– Pezones, -él murmuró, dejándola confusa hasta que los dedos del extraño hicieron círculos sobre sus apretados pezones, tocando cada piedrecita, tirando suavemente hasta que su espalda estaba arqueándose.
Los dedos del Maestro de repente se habían ido, dejándola vacía y necesitada. -Ahora, vamos a repasar algunos de los métodos para doblegar a subs reacias. -El sonido de un paquete siendo rasgado al abrirse. -Tengo cariño por este pequeño juguete. Tres velocidades. Una vez más, suficiente lubricación es obligatoria.
El sonido de un chorro y luego dedos en su culo. Ella sacudió la cabeza violentamente, tratando de no gritar de horror cuando algo fue empujado hacia arriba y dentro de su recto. Algo resbaladizo y duro, y extraño. Este no era el examen de un médico. Se endureció contra las restricciones, manos y pies. Nada cedía.
– ¿Estás dolorida, Jessica? -Preguntó el Maestro, acariciando su pierna. Esperando su respuesta.
Ante su voz tranquila, ella dejó de tirar de las correas, tratando de pensar. La cosa empujaba hacia arriba en su extraña sensación. Incorrecta. Horrible. Pero no había dolor.
– No, señor -susurró.
– Honesta pequeña, -murmuró el Maestro. Ella sintió sus dedos entre sus nalgas, y la cosa se movió en su interior. -Lo pondré lento.
Las vibraciones comenzaron en su culo, la sensación sorprendente. Apretando los dientes, trató de frotar su trasero contra la mesa para desalojarlo, para detenerlo, sólo que su trasero estaba demasiado lejos del borde, y la correa de su estómago la mantenía en su lugar.
– Entonces tenemos este pequeño juguete, -dijo Z. Otro sonido de papel rasgándose. -Personalmente, yo prefiero tranquilidad en el centro con vibraciones adelante y atrás. Así que en lugar de un vibrador, a menudo utilizo este. También a baja velocidad.
Algo le tocó el clítoris, apoyándolo tan suavemente sobre ella que no reaccionó en un primer momento.
Entonces, un pequeño zumbido sonó, y la cosa estaba vibrando justo en la parte superior de los sensibles tejidos que sus dedos ya habían excitado. Sus caderas se sacudieron hacia arriba cuando cada nervio de su cuerpo se hizo consciente. Ella gimió.
– Excelente. -Z se rió entre dientes. Las vibraciones sobre su clítoris de alguna manera hacían que las de su culo fueran aún más excitantes. Entre las sensaciones, ella sintió su dedo acariciar alrededor de su coño, burlándose de ella hasta que los músculos de la parte interna de su pierna tuvieron espasmos. -Boca, por favor.
De pronto, una caliente boca se cerró sobre un pecho, chupando su pezón, manipulándolo firmemente con la lengua. Ella se arqueó con un grito que resonó en la habitación.
– Por último, para el golpe final, verán el consolador común y corriente. Este es de látex suave con tiernas nervaduras.
Ella sentía sólo el toque de los dientes sobre los pezones, las vibraciones en ella, sobre su clítoris. Su núcleo apretado. Estaba temblando, enroscándose con fuerza, dolorida, necesitando tan sólo ese poquito más para enviarla sobre… sólo que no quería eso. ¿Tener un orgasmo aquí, en esta sala? No quería perder el control frente a estas personas.
Jadeando, ella empezó a recordar las tablas de multiplicar en su mente.
El Maestro se rió entre dientes, murmurando: -Bueno, aquí hay una sub obstinada.
Para su sorpresa, las vibraciones se detuvieron sobre su clítoris, se detuvieron en su recto. La boca dejó sus pezones doloridos, dejándolos húmedos, el aire frío.
El Maestro estaba en silencio, sólo su mano subiendo y bajando por su pantorrilla le hacía saber que él estaba allí.