Читаем Un Puerto Seguro полностью

Por entonces su amiga estaba embarazada de cinco meses. El conocimiento de que el bebé era de Ted y la farsa de la amistad con Andrea hizo estremecer a Ophélie.

– Creo que Pip y yo pasaremos unas Navidades tranquilas. Sería estupendo ir a Tahoe el día después, pero creo que deberíamos pasar el día de Navidad juntas y a solas.

Matt asintió sin querer entrometerse. Sabía lo peliagudo que era el tema y que la Navidad sería una época agridulce para ellas, plagada de recuerdos que necesitaban honrar, por dolorosos que fueran.

– Pero sería estupendo tener un plan agradable para el día siguiente.

Ophélie sonrió, y Pip estaba tan lejos que Matt se inclinó para besarla. Una corriente eléctrica le recorrió el cuerpo de la cabeza a los pies y se apresuró a reprimirla. Quería más de ella, pero habían sucedido demasiadas cosas en las últimas semanas, y no quería precipitarse ni ahuyentarla. Avanzaban con gran precaución, paso a paso. Matt sabía que a Ophélie la asustaba iniciar una relación con él, que no estaba segura de querer seguir adelante. Solo la había besado unas cuantas veces y estaba dispuesto a esperar cuanto fuera necesario. Era muy consciente de las desgracias que había sufrido, sobre todo en los últimos tiempos, aunque, pese a ello, también advertía que el deseo se acentuaba en ella. A despecho de su reticencia, cada vez se acercaba más a él.

Comentaron con Pip la idea de Tahoe mientras regresaban a la casa, y la niña reaccionó con entusiasmo. Aquella misma tarde, antes de marcharse, Ophélie se había comprometido a ir. Matt intentó arrancarle otra promesa.

– Solo quiero un regalo de Navidad de ti -empezó con seriedad cuando estaban sentados junto al fuego, antes de que ella y Pip partieran.

– ¿Qué es? -preguntó ella con una sonrisa.

Matt ya tenía un regalo para Pip, pero Ophélie aún no le había comprado nada a él.

– Quiero que dejes el equipo de asistencia.

Lo decía en serio, y Ophélie lo miró con un suspiro. Matt significaba mucho para ella, pero no sabía qué hacer. Sentía un gran afecto por él, pero sus sentimientos entraban en constante conflicto con sus temores. Pero Matt no le pedía respuestas ni promesas, nunca la presionaba, salvo en lo tocante a su trabajo, un tema que abordaba en cuanto tenía ocasión.

– Ya sabes que no puedo hacerlo, Matt, es demasiado importante para mí. Y también para ellos. Sé que es lo que debo hacer, y cuesta mucho encontrar personas dispuestas a formar parte del equipo.

– ¿Sabes por qué? -replicó Matt con tristeza-. Pues porque la mayoría de la gente es lo bastante inteligente para morirse de miedo.

En más de una ocasión se le había ocurrido que una de las razones de Ophélie para trabajar con el equipo era una pulsión suicida, pero, fuera cual fuese el motivo, estaba resuelto a salirse con la suya y conseguir que lo dejara. No le importaba que trabajara en el centro, pero no quería que saliera a las calles. No se trataba de que no la respetara, sino de que quería salvarla de sí misma y sus ideas altruistas.

– Ophélie, lo digo en serio. Quiero que lo dejes, puedes ayudar a los indigentes de otras formas. Te lo debes a ti misma.

– Nada es más efectivo que el trabajo del equipo. Atienden a los indigentes donde más lo necesitan, les dan lo que les hace falta. Los más desesperados no son capaces de acudir a nosotros; tenemos que llegar hasta ellos -explicó Ophélie en un intento de convencerlo, como siempre, como él hacía con ella.

Era una lucha pendiente entre ellos, pero Ophélie no cedía ni un milímetro. Sin embargo, Matt seguía intentándolo y no pensaba cejar en su empeño.

– Lo que no entiendes es que esas personas no son delincuentes. Son seres tristes, rotos, muy necesitados de ayuda. Algunos son unos críos, y también hay muchos ancianos. No puedo darles la espalda y decirme que ya se encargará otro de ellos. Si no lo hago yo, ¿quién los ayudará? Muchos de ellos son buenas personas, y tengo una responsabilidad para con ellos. ¿Qué otra cosa quieres para Navidad? -preguntó tanto para cambiar de tema como para obtener información acerca de sus gustos.

Pero Matt meneó la cabeza.

– Eso es lo único que quiero, y si no me lo das, Papá Noel te traerá carbón o caca de reno.

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Вероника Лесневская

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