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Supongo que les debo mi fuerza a mis padres. Sé que estarían orgullosos demí si pudieran verme en este momento... Sí, algunas noches aún lloro porellos, no me da vergüenza confesarlo... Sé que no puedo sufrir ningún daño enel Torneo porque ellos me protegen...


Pero Rita Skeeter no se había conformado con transformar sus «eh...» en frases prolijas y empalagosas. También había entrevistado a otra gente sobre él.


Finalmente, Harry ha hallado el amor en Hogwarts: Colin Creevey, suíntimo amigo, asegura que a Harry raramente se lo ve sin la compañía de unatal Hermione Granger, una muchacha de sorprendente belleza, hija demuggles y que, como Harry, está entre los mejores estudiantes del colegio.


Desde que había aparecido el artículo, Harry tuvo que soportar que la gente (especialmente los de Slytherin) le citaran frases al cruzarse con él en los pasillos e hicieran comentarios despectivos.

—¿Quieres un pañuelo, Potter, por si te entran ganas de llorar en clase de Transformaciones?

—¿Desde cuándo has sido tú uno de los mejores estudiantes del colegio, Potter? ¿O

se refieren a un colegio fundado por ti y Longbottom?

—¡Eh, Harry!

Más que harto, Harry se detuvo en el corredor y empezó a gritar antes de acabar de volverse:

—Sí, he estado llorando por mi madre muerta hasta quedarme sin lágrimas, y ahora me voy a seguir...

—No... Sólo quería decirte... que se te cayó la pluma.

Era Cho. Harry se puso colorado.

—Ah, perdona —susurró él, recuperando la pluma.

—Buena suerte el martes —le deseó Cho—. Espero de verdad que te vaya bien.

Harry se sintió como un idiota.

A Hermione también le había tocado su ración de disgustos, pero aún no había empezado a gritar a los que se le acercaban sin ninguna mala intención. De hecho, a Harry le admiraba la manera en que ella llevaba la situación.

—¿De sorprendente belleza? ¿Ella? —chilló Pansy Parkinson la primera vez que la tuvo cerca después de la aparición del artículo de Rita Skeeter—. ¿Comparada con quién?, ¿con un primate?

—No hagas caso —dijo Hermione con gran dignidad irguiendo la cabeza y pasando con aire majestuoso por al lado de las chicas de Slytherin, que se reían como tontas—. Como si no existieran, Harry.

Pero Harry no podía pasar por alto las burlas. Ron no le había vuelto a hablar después de decirle lo del castigo de Snape. Harry había tenido la esperanza de que hicieran las paces durante las dos horas que tuvieron que pasarse en la mazmorra encurtiendo sesos de rata, pero coincidió que aquel día se publicó el artículo de Rita Skeeter, que pareció confirmar la creencia de Ron de que a Harry le encantaba ser el centro de atención.

Hermione estaba furiosa con los dos. Iba de uno a otro, tratando de conseguir que se volvieran a hablar, pero Harry se mantenía muy firme: sólo volvería a hablarle a Ron si éste admitía que Harry no se había presentado él mismo al Torneo y le pedía perdón por haberlo considerado mentiroso.

—Yo no fui el que empezó —dijo Harry testarudamente—. El problema es suyo.

—¡Tú lo echas de menos! —repuso Hermione perdiendo la paciencia—. Y sé que él te echa de menos a ti.

—¿Que lo echo de menos? —replicó Harry—. Yo no lo echo de menos...


Pero era una mentira manifiesta. Harry apreciaba mucho a Hermione, pero ella no era como Ron. Tener a Hermione como principal amiga implicaba muchas menos risas y muchas más horas de biblioteca. Harry seguía sin dominar los encantamientos convocadores; parecía tener alguna traba con respecto a ellos, y Hermione insistía en que sería de gran ayuda aprenderse la teoría. En consecuencia, pasaban mucho rato al mediodía escudriñando libros.

Viktor Krum también pasaba mucho tiempo en la biblioteca, y Harry se preguntaba por qué. ¿Estaba estudiando, o buscando algo que le sirviera de ayuda para la primera prueba? Hermione se quejaba a menudo de la presencia de Krum, no porque le molestara, sino por los grupitos de chicas que lo espiaban escondidas tras las estanterías y que con sus risitas no la dejaban concentrarse.

—¡Ni siquiera es guapo! —murmuraba enfadada, observando el perfil de Krum—.

¡Sólo les gusta porque es famoso! Ni se fijarían en él si no supiera hacer el amargo de Rosi.

—El «Amago de Wronski» —dijo Harry con los dientes apretados. Muy lejos de disfrutar corrigiéndole a Hermione aquel término de quidditch, sintió una punzada de tristeza al imaginarse la expresión que Ron habría puesto si hubiera oído lo del amargo de Rosi.


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