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—Eh... no —contestó Bagman, dirigiéndole a Harry una última mirada decepcionada—. No, muchachos, muchas gracias.

Fred y George se quedaron tan decepcionados como Bagman, que miraba a Harry como si éste lo hubiera defraudado.

—Bueno, tengo prisa —dijo—. Me alegro de veros a todos. Buena suerte, Harry.

Salió de la taberna a toda prisa. Los duendes se levantaron de las sillas y fueron tras él. Harry se reunió con Ron y Hermione.

—¿Qué quería? —preguntó Ron en cuanto Harry se sentó.

—Quería ayudarme con el huevo de oro —explicó Harry.

—¡Eso no está bien! —exclamó Hermione muy sorprendida—. ¡Es uno de los jueces! Y además, tú ya lo tienes, ¿no?

—Eh... casi —repuso Harry.

—¡Bueno, no creo que a Dumbledore le gustara enterarse de que Bagman intenta convencerte de que hagas trampa! —opinó Hermione, con expresión muy reprobatoria—. ¡Espero que intente ayudar igual a Cedric!

—Pues no. Se lo he preguntado —respondió Harry.

—¿Y a quién le importa si a Diggory lo están ayudando? —dijo Ron.

Harry, en su interior, se mostró de acuerdo con su amigo

—Esos duendes no parecían muy amistosos —comentó Hermione, sorbiendo la cerveza de mantequilla—. ¿Qué harían aquí?

—Según Bagman, buscar a Crouch —explicó Harry—. Sigue enfermo. No ha ido a trabajar.

—A lo mejor lo está envenenando Percy —sugirió Ron—. Probablemente piensa que, si Crouch la palma, a él lo nombrarán director del Departamento de Cooperación Mágica Internacional.

Hermione le dirigió a Ron una mirada que quería significar «no se bromea sobre esas cosas», y dijo:

—Es curioso que los duendes busquen al señor Crouch... Normalmente tratarían con el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas.

—Pero Crouch sabe un montón de lenguas —le recordó Harry—. A lo mejor buscan un intérprete.

—¿Ahora te preocupas por los duendecitos? —inquirió Ron—. ¿Estás pensando en fundar la S.P.A.D.A.,o algo así? ¿La Sociedad Protectora de los Asquerosos Duendes Atontados?

—Ja, ja, ja —replicó Hermione con sarcasmo—. Los duendes no necesitan protección. ¿No os habéis enterado de lo que ha contado el profesor Binns sobre las revueltas de los duendes?

—No —respondieron al unísono Harry y Ron.

—Bueno, pues son perfectamente capaces de tratar con los magos —dijo Hermione sorbiendo más cerveza de mantequilla—. Son muy listos. No son como los elfos domésticos, que nunca defienden sus derechos.

—¡Oh! —exclamó Ron, mirando hacia la puerta.

Acababa de entrar Rita Skeeter. Aquel día llevaba una túnica amarillo plátano y las uñas pintadas de un impactante color rosa, e iba acompañada de su barrigudo fotógrafo.

Pidió bebidas, y junto con su fotógrafo pasó por en medio de la multitud hasta una mesa cercana a la de Harry, Ron y Hermione, que la miraban mientras se acercaba. Hablaba rápido y parecía muy satisfecha por algo.

—.. no parecía muy contento de hablar con nosotros, ¿verdad, Bozo? ¿Por qué será, a ti qué te parece? ¿Y qué hará con todos esos duendes tras él? ¿Les estaría enseñando la aldea? ¡Qué absurdo! Siempre ha sido un mentiroso. ¿Estará tramando algo? ¿Crees que deberíamos investigar un poco? El infortunado ex director de Deportes Mágicos, Ludo Bagman... Ése es un comienzo con mucha garra, Bozo: sólo necesitamos encontrar una historia a la altura del titular.

—¿Qué, tratando de arruinar la vida de alguien más? —preguntó Harry en voz muy alta.

Algunos se volvieron a mirar. Al ver quién le hablaba, Rita Skeeter abrió mucho los ojos, escudados tras las gafas con incrustaciones.

—¡Harry! —dijo sonriendo—. ¡Qué divino! ¿Por qué no te sientas con nos...?

—No me acercaría a usted ni con una escoba de diez metros —contestó Harry furioso—. ¿Por qué le ha hecho eso a Hagrid?

Rita Skeeter levantó sus perfiladísimas cejas.

—Nuestros lectores tienen derecho a saber la verdad, Harry. Sólo cumplo con mi...

—¿Y qué más da que sea un semigigante? —gritó Harry—. ¡Él no tiene nada de malo!

Toda la taberna se había sumido en el silencio. La señora Rosmerta observaba desde detrás de la barra, sin darse cuenta de que el pichel que llenaba de hidromiel rebosaba.

La sonrisa de Rita Skeeter vaciló muy ligeramente, pero casi de inmediato tiró de los músculos de la cara para volver a fijarla en su lugar. Abrió el bolso de piel de cocodrilo, sacó la pluma a vuelapluma y le preguntó:

—¿Me concederías una entrevista para hablarme del Hagrid que tú conoces?, ¿el hombre que hay detrás de los músculos?, ¿sobre vuestra inaudita amistad y las razones que hay para ella? ¿Crees que puede ser para ti algo así como un sustituto del padre?

Hermione se levantó de pronto, agarrando la cerveza de mantequilla como si fuera una granada.

—¡Es usted una mujer horrible! —le dijo con los dientes apretados—. No le importa nada con tal de conseguir su historia, ¿verdad? Cualquiera valdrá, ¿eh? Hasta Ludo Bagman...

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