La varita de Moody seguía apuntando directamente al corazón de Harry. Por encima de su hombro, en el reflector de enemigos colgado en la pared, vio que se acercaban unas formas nebulosas.
—Tardaste tanto en salir del lago, Potter, que creí que te habías ahogado. Pero, afortunadamente, Dumbledore tomó por nobleza tu estupidez y te dio muy buena nota.
Qué respiro.
»Por supuesto, en el laberinto tuviste menos problemas de los que te correspondían
—siguió—. Fue porque yo estaba rondando. Podía ver a través de los setos del exterior, y te quité mediante maldiciones muchos obstáculos del camino: aturdí a Fleur Delacour cuando pasó; le eché a Krum la maldición
Harry miró a Moody. No comprendía cómo era posible que el amigo de Dumbledore, el famoso auror, el que había atrapado a tantos mortífagos... No tenía sentido, ningún sentido.
Las nebulosas formas del reflector de enemigos se iban definiendo. Por encima del hombro de Moody vio la silueta de tres personas que se acercaban más y más. Pero Moody no las veía. Tenía su ojo mágico fijo en Harry.
—El Señor Tenebroso no consiguió matarte, Potter, que era lo que quería
—susurró Moody—. Imagínate cómo me recompensará cuando vea que lo he hecho por él: yo te entregué (tú eras lo que más necesitaba para poderse regenerar) y luego te maté por él. Recibiré mayores honores que ningún otro mortífago. Me convertiré en su partidario predilecto, el más cercano... más cercano que un hijo...
El ojo normal de Moody estaba desorbitado por la emoción, y el mágico seguía fijo en Harry. La puerta había quedado cerrada con llave, y Harry sabía que jamás conseguiría alcanzar a tiempo su varita para poder salvarse.
—El Señor Tenebroso y yo tenemos mucho en común —dijo Moody, que en aquel momento parecía completamente loco, erguido frente a Harry y dirigiéndole una sonrisa malévola—: los dos, por ejemplo, tuvimos un padre muy decepcionante... mucho. Los dos hemos sufrido la humillación de llevar el nombre paterno, Harry. ¡Y los dos gozamos del placer... del enorme placer de matar a nuestro padre para asegurar el ascenso imparable de la Orden Tenebrosa!
—¡Usted está loco! —exclamó Harry, sin poder contenerse—, ¡está completamente loco!
—¿Loco yo? —dijo Moody, alzando la voz de forma incontrolada—. ¡Ya veremos!
¡Veremos quién es el que está loco, ahora que ha retornado el Señor Tenebroso y que yo estaré a su lado! ¡Ha retornado, Harry Potter! ¡Tú no pudiste con él, y yo podré contigo!
Moody levantó la varita y abrió la boca. Harry metió la mano en la túnica...
—
Hubo un rayo cegador de luz roja y, con gran estruendo, echaron la puerta abajo.
Moody cayó al suelo de espaldas. Harry, con los ojos aún fijos en el lugar en que se había encontrado la cara de Moody, vio a Albus Dumbledore, al profesor Snape y la profesora McGonagall mirándolo desde el reflector de enemigos. Apartó la mirada del reflector, y los vio a los tres en el hueco de la puerta. Delante, con la varita extendida, estaba Dumbledore.
En aquel momento, Harry comprendió por vez primera por qué la gente decía que Dumbledore era el único mago al que Voldemort temía. La expresión de su rostro al observar el cuerpo inerte de
Irradiaba una fuerza similar a la de una hoguera.
Entró en el despacho, puso un pie debajo del cuerpo caído de Moody, y le dio la vuelta para verle la cara. Snape lo seguía, mirando el reflector de enemigos, en el que todavía resultaba visible su propia cara. Dirigió una mirada feroz al despacho.
La profesora McGonagall fue directamente hasta Harry.
—Vamos, Potter —susurró. Tenía crispada la fina línea de los labios como si estuviera a punto de llorar—. Ven conmigo, a la enfermería...
—No —dijo Dumbledore bruscamente.
—Tendría que ir, Dumbledore. Míralo. Ya ha pasado bastante por esta noche...
—Quiero que se quede, Minerva, porque tiene que comprender. La comprensión es el primer paso para la aceptación, y sólo aceptando puede recuperarse. Tiene que saber quién lo ha lanzado a la terrible experiencia que ha padecido esta noche, y por qué lo ha hecho.
—Moody... —dijo Harry. Seguía sin poder creerlo—. ¿Cómo puede haber sido Moody?
—Éste no es Alastor Moody —explicó Dumbledore en voz baja—. Tú no has visto nunca a Alastor Moody. El verdadero Moody no te habría apartado de mi vista después de lo ocurrido esta noche. En cuanto te cogió, lo comprendí... y os seguí.
Dumbledore se inclinó sobre el cuerpo desmayado de Moody y metió una mano en la túnica. Sacó la petaca y un llavero. Entonces se volvió hacia Snape y la profesora McGonagall.