—Nuestro objetivo a corto plazo—siguió Hermione, hablando aún más alto que Ron y actuando como si no hubiera oído una palabra— es lograr para los elfos domésticos un salario digno y unas condiciones laborales justas. Los objetivos a largo plazo incluyen el cambio de la legislación sobre el uso de la varita mágica y conseguir que haya un representante elfo en el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas.
—¿Y cómo lograremos todo eso? —preguntó Harry.
—Comenzaremos buscando afiliados —explicó Hermione muy contenta—. Pienso que puede estar bien pedir como cuota de afiliación dos sickles, que darán derecho a una insignia, y podemos destinar los beneficios a elaborar panfletos para nuestra campaña.
Tú serás el tesorero, Ron: tengo arriba una hucha de lata para ti. Y tú, Harry, serás el secretario, así que quizá quieras escribir ahora algo de lo que estoy diciendo, como testimonio de nuestra primera sesión.
Hubo una pausa en la que Hermione les sonrió satisfecha, y Harry permaneció callado, dividido entre la exasperación que le provocaba Hermione y la diversión que le causaba la cara de Ron, el cual parecía hallarse en un estado de aturdimiento. El silencio fue roto por un leve golpeteo en la ventana. Harry miró hacia allí e, iluminada por la luz de la luna, vio una lechuza blanca posada en el alféizar.
—
—¡Ya era hora! —exclamó Harry, yendo aprisa tras ella.
—¡Trae la contestación! —dijo Ron nervioso, señalando el mugriento trozo de pergamino que
Harry se dio prisa en desatarlo y se sentó para leerlo. Una vez desprendida de su carga,
—¿Qué dice? —preguntó Hermione con impaciencia.
La carta era muy corta, y parecía escrita con mucha premura. Harry la leyó en voz alta:
Harry miró a Ron y Hermione, que le devolvieron la mirada.
—¿Que viene hacia el norte? —susurró Hermione—. ¿Regresa?
—¿Que Dumbledore está al tanto de los indicios? —dijo Ron, perplejo—. ¿Qué pasa, Harry?
Harry acababa de pegarse con el puño en la frente, ahuyentando a
—¡No tendría que haberle contado nada! —exclamó con furia.
—¿De qué hablas? —le preguntó Ron, sorprendido.
—¡Ha pensado que tenía que venir! —repuso Harry, dando un puñetazo en la mesa que hizo que
—Harry... —comenzó a decir Hermione, en un tono de voz tranquilizador.
—Me voy a la cama —atajó Harry—. Hasta mañana.
En el dormitorio, Harry se puso el pijama y se metió en su cama de dosel, pero no tenía sueño.
Si Sirius volvía y lo atrapaban, sería culpa suya, de Harry. ¿Por qué demonios no se había callado? Un ratito de dolor y enseguida a contarlo... Si hubiera tenido la sensatez de guardárselo...
Oyó a Ron entrar en el dormitorio poco después, pero no le dijo nada. Permaneció mucho tiempo contemplando el oscuro dosel de la cama. El dormitorio estaba sumido en completo silencio, y, si se hubiera hallado menos agobiado por las preocupaciones, Harry se habría dado cuenta de que la ausencia de los habituales ronquidos de Neville indicaba que alguien más tampoco lograba conciliar el sueño.
15
Beauxbatons y Durmstrang