Читаем La Ciudad maldita полностью

Dijo algo más, pero Andrei no lo escuchaba, sumido en el asombro. ¡Qué descubrimiento! ¡Tres hijas! ¡Izya tenía tres hijas! «Hace seis años que lo conozco y nunca se me pasó por la cabeza. ¿Cómo pudo decidirse a venir aquí? Izya, Izya… En el mundo hay toda clase de personas. Seguro que lo meditó bien. No hay la menor duda: ningún hombre normal podrá llegar hasta esta pirámide. Un hombre normal, si llega al Palacio de Cristal se queda allí para siempre. Vi a unos cuantos de ellos allí, gente normal. Tenían la jeta y el culo igual de gordos. No, muchachos, si alguien llega hasta aquí, sólo puede ser un Izya número dos. Excavará esta pirámide, abrirá el sobre y al instante se olvidará de todo y morirá en este sitio, leyendo. Aunque, por otra parte, ¿qué me ha hecho venir aquí? ¿Con qué fin? Estaba bien en la Torre. En el Pabellón estaba mejor todavía. Y en el Palacio de Cristal… Nunca había vivido como en el Palacio de Cristal, y nunca volveré a vivir así. Vaya con Izya. Es un culo de mal asiento. Y si no estuviera conmigo, ¿me habría largado de aquí o me habría quedado? ¡Qué pregunta!»

— ¿Por qué debemos seguir adelante? — preguntaba Izya en la Plantación, mientras a su lado, adolescentes negras, hermosas, de grandes tetas, los escuchaban sin decir palabra —. ¿Por qué debemos seguir adelante, a pesar de todo? — seguía diciendo Izya mientras acariciaba distraído la rodilla aterciopelada más cercana —. Además, ¿qué ha quedado detrás de nosotros? La muerte o el hastío, que es igual a la muerte. ¿Es que acaso no te basta este sencillo razonamiento? Somos los primeros, ¿lo entiendes? Todavía ningún hombre ha recorrido este mundo de un extremo al otro, desde las selvas y las ciénagas hasta el mismísimo punto cero… ¿Y no pudiera ser que todo este proyecto fuera ideado únicamente para eso, para que aparezca un hombre así? ¿Uno que vaya de una punta a la otra?[4]

— ¿Con qué objetivo? — preguntó Andrei, sombrío.

— ¿Y cómo puedo saber yo con qué objetivo? — se indignaba Izya —. ¿Con qué objetivo se construye un templo? Está claro que el templo es el único objetivo visible, pero preguntar con qué objetivo sería incorrecto. El ser humano debe tener un objetivo, sin eso no es capaz de vivir, y para eso tiene intelecto. Si no tiene uno, se lo inventa…

— Y tú te lo inventaste — dijo Andrei —, te resulta indispensable ir de una punta a la otra. ¡Menudo objetivo!

— No me lo inventé — dijo Izya —, es el único que tengo. No tuve dónde escoger. O bien tenemos un objetivo, o bien carecemos de él, así se nos plantean las cosas…

— ¿Y por qué quieres meterme ese templo tuyo en la cabeza? — dijo Andrei —. ¿Qué pinta aquí el templo?

— Pues mucho — replicó Izya satisfecho, como si hubiera estado esperando la pregunta —. El templo, querido Andrei, no son sólo libros eternos, no es sólo música imperecedera. Porque, de esa manera, tendríamos que el templo empezó a construirse sólo después de Guttenberg, o como os enseñaron a vosotros después de Ivan Fiodorov6. No, amiguito, el templo también se construye con actos. Si lo quieres así, los actos son el cemento del templo, lo que lo mantiene erecto, sus cimientos. Todo empezó por los actos. Primero, un acto, después, la leyenda, y sólo más tarde vino todo lo demás. Por supuesto, hablo de actos poco comunes, actos que se salen fuera de lo comente. Así comenzó a erigirse el templo, ¡con un acto significativo!

— En pocas palabras, con un acto heroico — precisó Andrei, sonriendo despectivo.

— Está bien, así sea, con un acto heroico — aceptó Izya, condescendiente.

— Entonces, tú eres un héroe — dijo Andrei —, quieres ser un héroe. Simbad el Marino, el astuto Ulises…

— Eres tonto — replicó Izya. Lo dijo con cariño, sin la menor intención de ofender —. Te aseguro, amigo, que Ulises no quería ser un héroe. Sencillamente, era un héroe, ésa era su esencia, no podía ser de otra manera. Tú, por ejemplo, no podrías comer mierda, vomitarías, pero él vomitaba por ser sólo un reyezuelo en su miserable Itaca. Veo que me tienes lástima: pobre maníaco, se ha vuelto loco… Lo veo, lo veo. Pero no tienes por qué sentir lástima de mí. Deberías envidiarme. Porque sólo hay una cosa de la que estoy seguro: el templo se construye: fuera de esto, no pasa nada serio en la historia, y mi vida sólo tiene una misión: cuidar el templo y multiplicar sus riquezas. Por supuesto, no soy Homero ni Pushkin, no podré aportar un ladrillo nuevo a su pared. ¡Pero soy Katzman! Y el templo está dentro de mí, lo que quiere decir que soy parte del templo, que cuando tomé conciencia de mí mismo el templo creció en un alma humana más. Y eso es maravilloso por sí solo. No importa que yo no pueda aportar a la pared ni un grano de arena, aunque lo intentaré, puedes estar seguro. Seguramente será un granito muy pequeño, peor aún, con el tiempo puede ser que el grano se caiga, que no sirva para el templo, pero en cualquier caso sé que el templo estaba dentro de mí, y yo también lo hacía sólido.

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