Читаем La Isla de los Jacintos Cortados полностью

Marchamos atardecido, Ariadna, uno detrás del otro, tú delante. Te perdí en dos semáforos seguidos, te recobré y, una vez en el bosque, perseguí las luces rojas de tu coche. Fue una de esas raras ocasiones nocturnas en que, yendo contigo, el cosmos permaneció invariable, o acaso que mi fantasía no modificó las sombras: seguramente se debió a que tenía que atender al volante. Llovía un poco, agua menuda, sin fuerza. Me hubiera gustado hallar un símbolo en las ramas del limpiaparabrisas, esas patas de mosca tan monótonas, tan escasamente significativas, pero no se me ocurrió nada medianamente estimable: estaba quieto mi caletre, quizá momentáneamente seco. Al entrar en nuestra vereda, sentí el crujir de las ramas desgajadas, de las hojas muertas. Abocamos el lago, el embarcadero, nuestra cabaña. Lucía la lámpara del pórtico y el barquichuelo se meneaba un poco. ¿Quieres creer que todo lo percibí en lo que es y cómo es, y que lo hallé empobrecido? ¡Querida Ariadna, la realidad sin tropos resulta francamente insuficiente! Anoche, en aquel momento de la llegada, me sentí incapaz de rescatarla ni aun con la palabra, el único rescate ya posible.

En la travesía (¡qué voz tan ancha para distancia tan corta!) me preguntaste por las cosas del día y, sin que te las hubiera contado, me hablaste de las tuyas. La alegría te salía a los ojos, y creí ver una emoción de esperanza en el modo que tuviste de remar, más seguro que el mío, mejor acompasado. Y no dejaste de hablar ya dentro, desde tu cuarto en tanto te cambiabas, desde el fogón mientras hacías la cena. Yo te escuché y encendí la chimenea, con un cuidado especial: nunca como entonces experimenté la sensación, casi la convicción, de que estaba preparando un escenario. Llegué a disponer los troncos en ángulo ordenado como si se tratase de un decorado, acaso de los antiguos, no de estos de ahora, tan abstractos, y llegué a ver, como en telones y forillos de brocha gorda, la Isla de La Gorgona y los rincones más conocidos y transitados de nuestra fantasía: un mar y un cielo más azules que nunca, demasiado azules, las casas encaladas, algunas paredes ocre y las ventanas verdes. Si no recuerdo mal, crecía incluso un ciprés que no pasó de añadido imaginario, porque en la ciudad de La Gorgona, como recordarás, nunca crecieron cipreses ni aun en el patio del monasterio, por falta de esa mínima tierra que un ciprés necesita. Pero todo el tinglado se disolvió en el aire al alzarse las llamas, y se expandió el olor al arce, tan agradable. Viniste con la sopera en la mano, y me dijiste que habías huroneado en la despensa, y que, aunque quedaban víveres bastantes, a lo mejor me resultaban las comidas monótonas, de modo que tal vez conviniera que alguno de estos tres días me fuese por los caminos en busca de un restaurante al azar o bien a tiro fijo, y enumeraste algunos de los varios en que hemos comido bien, aunque yo no pueda precisar ahora si el buen recuerdo que guardo de ellos se debe a unas viandas bien guisadas o a que estabas conmigo. ¡Hallé tan lógica tu advertencia, te encontré tan real, tan verdadera y, al mismo tiempo, tan generosa! Porque, ¿qué otra cosa que una enorme bondad permite, cuando se vive en la esperanza del amor, pensar en las necesidades mínimas de otro, que no es precisamente el otro

? Después me preguntaste si ya sabía lo que íbamos a hacer al acabar la cena, y te dije que sí. «Por vez primera, no contemplé la Historia, sino que la escuché. No es música, te lo aseguro, pero no le presté gran atención, porque buscaba sólo una palabra, que se me reiteró, eso sí, que incluso me llegó con refuerzo de timbales y de cañones, pero lo que me interesaba no era su orquestación, sino su balbuceo, y, más o menos, tengo acotados ya el lugar y la fecha. A lo mejor me equivoco, de eso no se está libre nunca; pero, no sé por qué, confío en haber acertado. En todo caso, no creo que te aburras.» Alargaste la mano y cogiste la mía. «Esta noche no busco la diversión, lo sabes.» «Ya sé. Buscas un regalo que llevarle, mañana, a Claire.» Bajaste la cabeza, ruborizada. Y yo pensé, y estuve a punto de exclamar: «¡Qué más regalo que tú!».

Mira, Ariadna; lo extraordinario no fue todo lo acontecido a nuestra vista, sino lo que pasó dentro de mí y sin testigos. ¿Será posible que no hayas advertido hasta qué punto sufría y hasta qué punto sosegué y actué a tu lado de mero narrador de un teatrillo de marionetas? Pero, ¿no fue justamente eso lo que intentaba? Varias veces observé que apartabas de las llamas la mirada y contemplabas no sé si el movimiento de mis manos o la quietud de mi perfil, y llegué a imaginar que buscabas un signo de pesar para compadecerme, o acaso lo que hallaste, el disimulo, para admirarme. Mas te aseguro que ninguno de esos sentimientos me hace feliz, aunque tampoco la indiferencia me hubiera satisfecho.

Перейти на страницу:

Похожие книги

Год Дракона
Год Дракона

«Год Дракона» Вадима Давыдова – интригующий сплав политического памфлета с элементами фантастики и детектива, и любовного романа, не оставляющий никого равнодушным. Гневные инвективы героев и автора способны вызвать нешуточные споры и спровоцировать все мыслимые обвинения, кроме одного – обвинения в неискренности. Очередная «альтернатива»? Нет, не только! Обнаженный нерв повествования, страстные диалоги и стремительно разворачивающаяся развязка со счастливым – или почти счастливым – финалом не дадут скучать, заставят ненавидеть – и любить. Да-да, вы не ослышались. «Год Дракона» – книга о Любви. А Любовь, если она настоящая, всегда похожа на Сказку.

Андрей Грязнов , Вадим Давыдов , Валентина Михайловна Пахомова , Ли Леви , Мария Нил , Юлия Радошкевич

Фантастика / Детективы / Проза / Современная русская и зарубежная проза / Научная Фантастика / Современная проза
Женский хор
Женский хор

«Какое мне дело до женщин и их несчастий? Я создана для того, чтобы рассекать, извлекать, отрезать, зашивать. Чтобы лечить настоящие болезни, а не держать кого-то за руку» — с такой установкой прибывает в «женское» Отделение 77 интерн Джинн Этвуд. Она была лучшей студенткой на курсе и планировала занять должность хирурга в престижной больнице, но… Для начала ей придется пройти полугодовую стажировку в отделении Франца Кармы.Этот доктор руководствуется принципом «Врач — тот, кого пациент берет за руку», и высокомерие нового интерна его не слишком впечатляет. Они заключают договор: Джинн должна продержаться в «женском» отделении неделю. Неделю она будет следовать за ним как тень, чтобы научиться слушать и уважать своих пациентов. А на восьмой день примет решение — продолжать стажировку или переводиться в другую больницу.

Мартин Винклер

Современная проза / Проза / Современная русская и зарубежная проза