Читаем El Tatuaje De La Concubina полностью

A Reiko no la sorprendía que el concienzudo magistrado hubiese vuelto al trabajo al cancelarse el banquete de bodas. En el patio se abrió paso entre un enjambre de lugareños, policías y prisioneros, que esperaban a que el magistrado les concediese su atención, y entró en el edificio de entramado de madera. Dejó atrás las oficinas administrativas y se encerró en una sala adyacente al Tribunal de Justicia.

La habitación, en tiempos un armario, era apenas lo bastante grande para dar cabida a su único tatami. Sin ventanas, el cubículo estaba en penumbra y olía a cerrado, pero Reiko había pasado en él algunas de sus horas más felices. Una de las paredes consistía en una compleja celosía. Por las rendijas Reiko tenía el tribunal perfectamente a la vista. Al otro lado de la pared y de espaldas a ella, su padre, con las vestiduras negras de juez, ocupaba el estrado flanqueado por sus secretarios. Los faroles iluminaban la larga sala en la que el acusado, con las manos atadas a la espalda, escuchaba de rodillas sobre el shirasu -una porción del suelo cubierta de arena blanca, símbolo de la verdad- que estaba inmediatamente debajo del estrado. La policía, los testigos y la familia del acusado aguardaban de rodillas en hileras en la parte destinada al público; las puertas estaban custodiadas por centinelas.

Reiko se arrodilló para observar la sesión, como había hecho en innumerables ocasiones. Los juicios la fascinaban. Mostraban un lado de la vida que no podía experimentar de primera mano. El magistrado Ueda le consentía aquel interés y le permitía utilizar aquella habitación. Reiko se llevó la lengua a su diente mellado mientras sonreía a causa de los agradables recuerdos.

– ¿Qué tienes que decir en tu defensa, prestamista Igarashi? -preguntó al reo el magistrado Ueda.

– Honorable magistrado, juro que no maté a mi socio -dijo el acusado con vehemente sinceridad-. Reñimos por los favores de una cortesana porque estábamos borrachos, pero hicimos las paces. -El rostro del acusado estaba surcado de lágrimas-. Quería a mi socio como a un hermano. No sé quién lo apuñaló.

Cuando comentaban los casos, Reiko había impresionado al magistrado por su intuición, por lo que había llegado a apreciar sus opiniones. Reiko le susurró a través de la celosía:

– El prestamista miente, padre. Todavía está celoso de su socio. Y ahora toda la fortuna de los dos le pertenece. Presiónalo y confesará.

A menudo, durante los juicios, le había dado consejos de este modo y en muchas ocasiones el magistrado Ueda los había seguido con buenos resultados; pero, en aquella ocasión, sus hombros se tensaron y volvió ligeramente la cabeza. En vez de interrogar al acusado, anunció:

– La sesión se aplaza durante un momento. -Se levantó y salió del tribunal.

Entonces se abrió la puerta de la habitación de Reiko. En el pasillo estaba su padre, mirándola con consternación.

– Hija. -La cogió del brazo y la llevó hasta su despacho privado-. Tu primera visita a casa no debía tener lugar hasta mañana, y tiene que acompañarte tu marido. Ya conoces la costumbre. ¿Qué haces aquí, sola, ahora? ¿Pasa algo?

– Padre, yo…

De repente, la valiente rebeldía de Reiko se vino abajo. Entre sollozos, reveló todos sus recelos sobre el matrimonio, los sueños a los que no pensaba renunciar. El magistrado Ueda la escuchó con simpatía pero, cuando terminó y se calmó, sacudió la cabeza y dijo:

– No tendría que haberte criado para que esperaras de la vida más de lo que es posible para una mujer. Fue un acto de amor ciego y poco juicio por mi parte, del que me arrepiento profundamente. Pero lo que está hecho, hecho está. No podemos ir hacia atrás, sólo hacia delante. No debes observar más juicios ni ayudarme en mi trabajo como equivocadamente te permití hacer en el pasado. Tu sitio está junto a tu marido.

En el momento en que Reiko veía cerrarse para siempre la puerta de su juventud, un atisbo de esperanza destellaba en el oscuro horizonte de su futuro. La última frase del magistrado Ueda le había recordado su fantasía de compartir las aventuras del sosakan Sano. En la antigüedad las mujeres de los samuráis habían cabalgado hacia la batalla al costado de sus hombres. Reiko recordó el incidente que había terminado con los festejos nupciales. Antes, absorta en sus problemas, apenas le había dedicado un pensamiento al nuevo caso de Sano; ahora despertaba su interés.

– Tal vez pueda ayudar en la investigación de la muerte de la dama Harume -dijo en tono meditabundo.

La preocupación afloró al rostro del magistrado Ueda.

– Reiko-chan -advirtió con voz amable, pero firme-. Eres más lista que muchos hombres, pero eres joven, inocente y confías demasiado en tus habilidades. Cualquier asunto que tenga que ver con la corte del sogún está plagado de peligros. El sosakan Sano no verá con buenos ojos que interfieras. Además, ¿qué podrías hacer tú, una mujer?

El magistrado se levantó y condujo a Reiko al exterior de la mansión, hasta la puerta donde la esperaba su séquito.

Перейти на страницу:

Похожие книги

Алчность
Алчность

Тара Мосс — топ-модель и один из лучших современных авторов детективных романов. Ее книги возглавляют списки бестселлеров в США, Канаде, Австралии, Новой Зеландии, Японии и Бразилии. Чтобы уверенно себя чувствовать в криминальном жанре, она прошла стажировку в Академии ФБР, полицейском управлении Лос-Анджелеса, была участницей многочисленных конференций по криминалистике и психоанализу.Благодаря своему обаянию и проницательному уму известная фотомодель Макейди смогла раскрыть серию преступлений и избежать собственной смерти. Однако ей предстоит еще одна встреча с жестоким убийцей — в зале суда. Станет ли эта встреча последней? Ведь девушка даже не подозревает, что чистосердечное признание обвиняемого лишь продуманный шаг на пути к свободе и осуществлению его преступных планов…

Александр Иванович Алтунин , Андрей Истомин , Дмитрий Давыдов , Дмитрий Иванович Живодворов , Никки Ром , Тара Мосс

Фантастика / Карьера, кадры / Детективы / Триллер / Фантастика: прочее / Криминальные детективы / Маньяки / Триллеры / Современная проза
Оцепеневшие
Оцепеневшие

Жуткая история, которую можно было бы назвать фантастической, если бы ни у кого и никогда не было бы своих скелетов в шкафу…В его такси подсела странная парочка – прыщавый подросток Киря и вызывающе одетая женщина Соня. Отвратительные пассажиры. Особенно этот дрищ. Пил и ругался безостановочно. А потом признался, что хочет умереть, уже много лет мечтает об этом. Перепробовал тысячу способов. И вены резал, и вешался, и топился. И… попросил таксиста за большие деньги, за очень большие деньги помочь ему свести счеты с жизнью.Водитель не верил в этот бред до тех пор, пока Киря на его глазах не изрезал себе руки в ванне. Пока его лицо с посиневшими губами не погрузилось в грязно-бурую воду с розовой пеной. Пока не прошло несколько минут, и его голова с пенной шапкой и красными, кровавыми подтеками под глазами снова не показалась над водой. Киря ловил ртом воздух, откашливая мыльную воду. Он ожил…И эта пытка – наблюдать за экзекуцией – продолжалась снова и снова, десятки раз, пока таксист не понял одну страшную истину…В сборник вошли повести А. Барра «Оцепеневшие» и А. Варго «Ясновидящая».

Александр Барр , Александр Варго

Триллер