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—Pues tú te llevabas muy bien con Madame Máxime —señaló Harry, disgustado.


—¡No me hables de ella! —contestó Hagrid, y su aspecto se volvió amenazador por un momento—. ¡Ya la tengo calada! Trata de engatusarme para que le diga en qué va a consistir la tercera prueba. ¡Ja! ¡No hay que fiarse de ninguno!

Hagrid estaba de tan mal humor que Harry se alegró de despedirse de él delante de la Señora Gorda. Traspasó el hueco del retrato para entrar en la sala común, y se apresuró a reunirse con Ron y Hermione para contarles todo lo ocurrido.


29

El sueño


—Hay dos posibilidades —dijo Hermione frotándose la frente—: o el señor Crouch atacó a Viktor, o algún otro los atacó a ambos mientras Viktor no miraba.

—Tiene que haber sido Crouch —señaló Ron—. Por eso no estaba cuando llegaste con Dumbledore. Ya se había dado el piro.

—No lo creo —replicó Harry, negando con la cabeza—. Estaba muy débil. No creo que pudiera desaparecerse ni nada por el estilo.

—No es posible desaparecerse en los terrenos de Hogwarts. ¿No os lo he dicho un montón de veces? —dijo Hermione.

—Vale... A ver qué os parece esta hipótesis —propuso Ron con entusiasmo—: Krum ataca a Crouch... (esperad, esperad a que acabe) ¡y se aplica a sí mismo el encantamiento aturdidor!

—Y el señor Crouch se evapora, ¿verdad? —apuntó Hermione con frialdad.

Rayaba el alba. Harry, Ron y Hermione se habían levantado muy temprano y se habían ido a toda prisa a la lechucería para enviar una nota a Sirius. En aquel momento contemplaban la niebla sobre los terrenos del colegio. Los tres estaban pálidos y ojerosos porque se habían quedado hasta bastante tarde hablando del señor Crouch.

—Vuélvelo a contar, Harry —pidió Hermione—. ¿Qué dijo exactamente el señor Crouch?

—Ya te lo he dicho, lo que explicaba no tenía mucho sentido. Decía que quería advertir a Dumbledore de algo. Desde luego mencionó a Bertha Jorkins, y parecía pensar que estaba muerta. Insistía en que tenía la culpa de unas cuantas cosas...

mencionó a su hijo.

—Bueno, eso sí que fue culpa suya —dijo Hermione malhumorada.

—No estaba en sus cabales. La mitad del tiempo parecía creer que su mujer y su hijo seguían vivos, y le daba instrucciones a Percy.

—Y... ¿me puedes recordar qué dijo sobre Quien-tú-sabes? —dijo Ron con vacilación.

—Ya te lo he dicho —repitió Harry con voz cansina—. Dijo que estaba recuperando fuerzas.

Se quedaron callados. Luego Ron habló con fingida calma:

—Pero si Crouch no estaba en sus cabales, como dices, es probable que todo eso fueran desvaríos.

—Cuando trataba de hablar de Voldemort parecía más cuerdo —repuso Harry, sin hacer caso del estremecimiento de Ron—. Tenía verdaderos problemas para decir dos palabras seguidas, pero en esos momentos daba la impresión de que sabía dónde se encontraba y lo que quería. Repetía que tenía que ver a Dumbledore.


Se separó de la ventana y miró las vigas de la lechucería. La mitad de las perchas habían quedado vacías; de vez en cuando entraba alguna lechuza que volvía de su cacería nocturna con un ratón en el pico.

—Si el encuentro con Snape no me hubiera retrasado —dijo con amargura—, podríamos haber llegado a tiempo. «El director está ocupado, Potter. Pero ¿qué dice, Potter? ¿Qué tonterías son ésas, Potter?» ¿Por qué no se quitaría de en medio?

—¡A lo mejor no quería que llegaras a tiempo! —exclamó Ron—. Puede que...

espera... ¿Cuánto podría haber tardado en llegar al bosque? ¿Crees que podría haberos adelantado?

—No a menos que se convirtiera en murciélago o algo así —contestó Harry.

—En él no me extrañaría —murmuró Ron.

—Tenemos que ver al profesor Moody —dijo Hermione—. Tenemos que saber si encontró al señor Crouch.

—Si llevaba con él el mapa del merodeador, no pudo serle difícil —opinó Harry.

—A menos que Crouch hubiera salido ya de los terrenos —observó Ron—, porque el mapa sólo muestra los terrenos del colegio, ¿no?

—¡Chist! —los acalló Hermione de repente.

Alguien subía hacia la lechucería. Harry oyó dos voces que discutían, acercándose cada vez más:

—... eso es chantaje, así de claro, y nos puede acarrear un montón de problemas.

—Lo hemos intentado por las buenas; ya es hora de jugar sucio como él. No le gustaría que el Ministerio de Magia supiera lo que hizo...

—¡Te repito que, si eso se pone por escrito, es chantaje!

—Sí, y supongo que no te quejarás si te llega una buena cantidad, ¿no?

La puerta de la lechucería se abrió de golpe. Fred y George aparecieron en el umbral y se quedaron de piedra al ver a Harry, Ron y Hermione.

—¿Qué hacéis aquí? —preguntaron al mismo tiempo Ron y Fred.

—Enviar una carta —contestaron Harry y George también a la vez.

—¿A estas horas? —preguntaron Hermione y Fred.

Fred sonrió y dijo:

—Bueno, no os preguntaremos lo que hacéis si no nos preguntáis vosotros.

Sostenía en las manos un sobre sellado. Harry lo miró, pero Fred, ya fuera casualmente o a propósito, movió la mano de tal forma que el nombre del destinatario quedó oculto.

—Bueno, no queremos entreteneros —añadió Fred haciendo una parodia de reverencia y señalando hacia la puerta.

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