Читаем La Isla de los Jacintos Cortados полностью

De modo que me quedé sorprendido, primero, cuando apareciste ante la puerta sin avisar con el claxon desde la orilla, cuando golpeaste fuera y dijiste: «Soy yo, ábreme»; y, después, cuando al abrir, vi tu rostro inexpresivo, quieto, que me miraba como a un muerto, y oí tu voz que decía: «No me preguntes nada, déjame» y me apartaste con suavidad decidida, y marchaste a tu cuarto. Cerraste la puerta, no el pasador (al menos no lo oí), y te dejaste caer en la cama (su ruido pude escucharlo). Yo, de pie, arrimado a alguna parte, la puerta acaso, o la pared, no sabía qué hacer ante este modo de tu llegada, que yo no había previsto, que no estaba preparado para recibir. Y, después de todo, lo pienso ahora, lo veo claro, ¿qué soy yo para ti? Uno al que has encontrado, lejos él de su raíz, tú de la tuya, puro presente ambos, más o menos; alguien que tiene puesta la vida en el recuerdo sin compartir y en la lejanía, y del que, al encontrarlo, al meterlo en tu vida, te llega una apariencia que te roza, que incide acaso en la tuya, pero que no puede alcanzar, así, sencillamente, esa brasa candente, aunque quizá velada por la ceniza, en que reside y se resume lo que eres. Gente como nosotros, así, emigrantes casualmente reunidos, pueden ir a la cama una noche de orgía o de tedio, acaso también de soledad; pueden, como nosotros, charlar incansablemente y contarse algunas cosas, verdaderas o simplemente soñadas. Las que tú me contaste, por ejemplo; pero, ¿qué puedo reconstruir de ti, si no son relámpagos remotos que se escaparon en alguna conversación? Lo mismo que tú de mí. Sí, lo comprendo: para que te sentases a mi lado, para que llorases junto a mí, para que el relato de lo acontecido entre Claire y tú te dejase tranquila y recobrada, hubiera sido necesario saber mucho más el uno del otro, saberlo todo, ser para el otro sin secretos -o bien esa amistad más bien imaginaria, más bien idealizada, yo no sé si existe fuera de las novelas, una amistad así, que te hubiera llevado a contarme, sin previa explicación, como lo natural, como lo necesario, ese episodio de tu historia. ¡Y pienso ahora, muchos días después, cuando empiezo a sosegarme, que si lo de Claire no hubiera fracasado, que si te hubieras quedado con él, seríais del mismo modo casi dos desconocidos que cohabitan e incluso creen amarse, pero se ignoran y seguirán ignorándose! Peor aún: Claire representó contigo, durante más de dos años, un papel tras el que disimulaba yo no sé qué, acaso tú tampoco, fuera de su sabida deficiencia. Intentaba ligarte para siempre a una mentira artística, a una máscara hermosa, a un personaje literariamente irreprochable. Pero, ¿no llevaría a fatigarte que te dijera siempre «¡Te quiero!» con versos de su abuelo o de cualquier otro poeta? Voy pensando que su incapacidad es algo más que amorosa; que no puede tampoco decir sus sentimientos con sus palabras propias porque no siente: ya es mucho que te diga lo que piensa.

Todo esto, Ariadna, ahora se me ocurre. Aquella noche no podía pensar. Te sabía tan cerca, dolorida, desventurada, y no hacía más que preguntarme por qué, si yo era tu remedio, no lo buscabas. Fíjate bien, Ariadna: esperaba algo similar a esto: abrir tú la puerta, quedar en ella a contraluz, estampa de la desolación desmelenada; llamarme por mi nombre y pedirme que entre. Y una vez juntos, no decirnos palabra (todo queda supuesto); pero el modo de llorar que tienes en mi hombro me anuncia que al fin has comprendido. Después de aquella noche, elucubré que hubiera debido suceder justamente lo contrario: abrir yo tu puerta, quedar en ella (y no a contraluz, porque el salón estaba a oscuras) y decirte que no llorases más. Una solución y otra, no sé cuál de ellas más desatinada, partían del supuesto, de mi convicción inquebrantable, pero muy pronto quebrantada, de que te habías equivocado enamorándote de Claire, y de que al comprender tu error te volverías a mí, o, más exactamente, vendrías, después de haber comprendido, así, de golpe, como una revelación o un estallido, mi amor inmenso, etc. Ya ves el tiempo que ha pasado: pues admito que no me hayas amado jamás y que no hayas podido amarme, y que si una vez estuvimos a punto de besarnos, fue únicamente el efecto de ciertas circunstancias que no comprometían tu corazón. Hubiera sido un error el habernos besado aquella noche, el habernos dejado arrastrar… Lo impidieron, ¿recuerdas? las Hermanas Siniestras.

Перейти на страницу:

Похожие книги

Год Дракона
Год Дракона

«Год Дракона» Вадима Давыдова – интригующий сплав политического памфлета с элементами фантастики и детектива, и любовного романа, не оставляющий никого равнодушным. Гневные инвективы героев и автора способны вызвать нешуточные споры и спровоцировать все мыслимые обвинения, кроме одного – обвинения в неискренности. Очередная «альтернатива»? Нет, не только! Обнаженный нерв повествования, страстные диалоги и стремительно разворачивающаяся развязка со счастливым – или почти счастливым – финалом не дадут скучать, заставят ненавидеть – и любить. Да-да, вы не ослышались. «Год Дракона» – книга о Любви. А Любовь, если она настоящая, всегда похожа на Сказку.

Андрей Грязнов , Вадим Давыдов , Валентина Михайловна Пахомова , Ли Леви , Мария Нил , Юлия Радошкевич

Фантастика / Детективы / Проза / Современная русская и зарубежная проза / Научная Фантастика / Современная проза
Женский хор
Женский хор

«Какое мне дело до женщин и их несчастий? Я создана для того, чтобы рассекать, извлекать, отрезать, зашивать. Чтобы лечить настоящие болезни, а не держать кого-то за руку» — с такой установкой прибывает в «женское» Отделение 77 интерн Джинн Этвуд. Она была лучшей студенткой на курсе и планировала занять должность хирурга в престижной больнице, но… Для начала ей придется пройти полугодовую стажировку в отделении Франца Кармы.Этот доктор руководствуется принципом «Врач — тот, кого пациент берет за руку», и высокомерие нового интерна его не слишком впечатляет. Они заключают договор: Джинн должна продержаться в «женском» отделении неделю. Неделю она будет следовать за ним как тень, чтобы научиться слушать и уважать своих пациентов. А на восьмой день примет решение — продолжать стажировку или переводиться в другую больницу.

Мартин Винклер

Современная проза / Проза / Современная русская и зарубежная проза