—Si hubiera revelado mis habilidades, me verían como una amenaza y estarían todo el rato vigilándome, a la defensiva —explicó Raistlin—. De esta forma, no se preocuparán. Y esto me lleva a mí a otra pregunta: ¿por qué les mentiste, diciéndoles que los rumores no eran ciertos?
—El Señor de la Noche los aterroriza. Sé sin lugar a dudas que uno, o todos ellos, informa de mis movimientos —contestó Iolanthe tranquilamente—. Si les hubiera confirmado que los rumores eran ciertos, habrían pasado por encima de mí para ser los primeros en ir a contarle la noticia.
—Y por ese motivo les pagas —comprendió Raistlin.
—Y por eso les digo lo que quiero que llegue a oídos del Señor de la Noche. Tienes que entenderlo —añadió con tristeza—. Cuando Ladonna y los demás Túnicas Negras llegaron a Neraka, teníamos grandes ambiciones y multitud de planes. Viajamos hasta aquí para labrarnos nuestra suerte. Íbamos a construir una Torre de la Alta Hechicería imponente, la torre de tus sueños —dijo, mirando a Raistlin con una sonrisa atribulada y un suspiro.
»Ladonna y los demás no tardaron en darse cuenta de que los hechiceros no eran bienvenidos en Neraka, aquí no se les quería. Al principio hubo encontronazos con la Iglesia, después empezaron las persecuciones. En medio de la noche asesinaron a tres hechiceros, que habían destacado en la defensa de nuestra causa. La Iglesia negó cualquier relación, por supuesto.
Raistlin frunció el entrecejo.
—¿Cómo es posible? Si eran hechiceros con gran talento, no tendría que haberles costado defenderse...
Iolanthe sacudió la cabeza.
—El Señor de la Noche tienes fuerzas muy poderosas a sus órdenes. Todos los asesinatos siguieron el mismo patrón. Los cuerpos estaban disecados. Les habían absorbido toda la sangre, completamente secos. Parecían momias, como las de los reyes antiguos de Ergoth. La piel estaba pegada a los huesos, como un pergamino espeluznante. Era un espectáculo pavoroso. Todavía tengo pesadillas.
Raistlin sintió que la hechicera temblaba y se apretó más fuerte contra él, aliviada por encontrar la calidez de un cuerpo vivo.
»No había indicios de que los hechiceros hubieran opuesto resistencia —siguió contando—. Todos habían muerto mientras dormían, o eso parecía. Y eran mujeres y hombres con poderes mágicos notables, que habían conjurado hechizos de protección en sus puertas y sobre su persona. Ladonna llamó al asesino el "Espectro Negro". No teníamos ninguna duda de que el Señor de la Noche había invocado a algún ser maligno de ultratumba y le había ordenado que asesinara a nuestros colegas.
»Ladonna se quejó ante el emperador de que la Iglesia asesinaba a sus hechiceros. Ariakas la despachó rápidamente diciéndole que estaba demasiado ocupado en dirigir una guerra como para involucrarse en riñas entre "Faldas", el término despectivo que él utiliza para referirse a todos aquellos que visten túnica. Temerosos por su vida, algunos de los hechiceros de más nivel regresaron sigilosamente a sus casas o, como Dracart y Ladonna, aceptaron trabajar en "proyectos secretos" para la Reina Oscura. Aunque, por lo visto, Ladonna no pudo soportarlo mucho tiempo.
—¿Y tú? —preguntó Raistlin—. ¿No temes al Espectro Negro?
Iolanthe se encogió de hombros.
—Soy la amante de Ariakas y estoy bajo su protección. El Señor de la Noche no aprecia al emperador, pero la reina Takhisis sí. La cuestión es cuánto va a durar esta situación, ahora que las fuerzas de la luz están empezando a dar la vuelta a la tortilla. No obstante, por el momento el Señor de la Noche no se atreve a retar al emperador.
—También eres amiga de mi hermana Kitiara.
—Últimamente, cuantos más amigos, mejor —repuso Iolanthe sin darle más importancia, y con el mismo desenfado cambió de tema—. Ahora que me paro a pensarlo, me alegra que vayas a trabajar en la torre. Me temo que los viejos tengan razón. Seguro que la Iglesia vuelve a interesarse por nosotros. Qué se le va a hacer. Si catalogas los libros y ordenas la biblioteca, puedes descubrir con qué libros cuentan. Y puedes estar alerta, atento a lo que digan.
Iolanthe lo miró con el rabillo del ojo y sonrió con picardía.
»Si estás pensando que vas a encontrar algo de valor en ese cuchitril, siento tener que decepcionarte. Tengo una idea bastante exacta de lo que hay.
«Iolanthe debe de haber buscado todo lo que hubiera de valor y ya se lo habrá llevado. Sea como sea, no pasa nada por echar un vistazo», pensó Raistlin.
—No tengo nada mejor que hacer por el momento —murmuró Raistlin.