Читаем La Isla de los Jacintos Cortados полностью

Las fragatas se habían acercado. Se veían ya, desde cualquier azotea, y no digamos torre o campanario, los cañones apuntar desde las panzas oscuras de los costados, y, con anteojos, la chusma caminar por cubierta, los oficiales de derrota en sus puestos, y unas gentes de gran copete que discutían en el castillo de popa de la nao capitana. Se pudo también ver la maniobra de arriar el velamen y dejar sólo el trapo indispensable para mantenerse al pairo (corría una brisa tenue). De la fragata mayor desatracó un bote que arbolaba bandera de parlamento. Un marinero, en la proa, pedía permiso para entrar en el puerto. Se deliberó rápidamente, en el Consejo, y hubo cierta conformidad en que se le permitiese atracar. La gente dejó de tener miedo todo el tiempo que tardó el bote en llegar hasta el muelle. Saltó a tierra un oficial, muy bien trajeado y con faja tricolor. Solicitó el estatuto de los mensajeros. Le fue concedido, y unos funcionarios le acompañaron hasta la Señoría. Le recibió el Consejo, con mesura y afectando indiferencia. El oficial, que habló en francés, se portó correctamente (como que parecía un señorito), y dijo que su almirante, en nombre de la República y, sobre todo, del general Bonaparte, recién nombrado primer cónsul, indicaba a la Señoría la conveniencia de permitir que el personal especializado que traían a bordo (en el caso de que el de la Isla no quisiera prestarse al trabajo) botase los navios ingleses y se les autorizase luego a llevarlos a remolque con una mínima tripulación que también venía a bordo. Flaviarosa, la única que hablaba francés de aquella gente del Consejo, después de haber deliberado, le preguntó al oficial si no sabían que el Gobierno de La Gorgona no era beligerante, que aquellos barcos eran la prenda de un negocio, y que si se los dejaban arrebatar, Inglaterra no pagaría una piastra por ellos, lo cual sería la ruina de la Isla; a lo que respondió el oficial, muy galante, con lujo de sonrisas y de reverencias dedicadas indudablemente a la belleza de Flaviarosa, aquella mañana despampanante, que comprendía tales razones, pero que la República Francesa se hallaba en guerra, y aquel atraco a fragata armada era, sin duda, un ardid pero de los legítimos, de los autorizados por las leyes antiguas; que, por supuesto, se le había ocurrido al general Bonaparte, a cuya mención se cuadró y saludó militarmente; y que lo más que podía hacer la República era comprometerse a pagarlos en el momento en que sus finanzas mejorasen. «Luego, si nos negamos, ¿debemos esperar que los navios nos sean arrebatados por la fuerza?» «Nuestro plan, madame, consiste en destruir, primero y como aviso, las defensas del puerto, y si después de aniquiladas la ciudad no se rinde, bombardear la ciudad.» «¿Usted sabe, teniente, que esta Isla fue tradicionalmente inexpugnable?» «Eso tengo entendido, madame, pero parece que ha dejado de serlo. Yo mismo me comprometería a apoderarme de ella con una sola fragata.» «¿En tan poco estima nuestro valor?» «¡Oh, madame, de ningún modo! Estimo en lo que vale el valor de los gorgoneses, pero también la eficacia de sus anticuadas fortalezas.» Flaviarosa iba traduciendo a los vejestorios del Consejo las palabras del oficial. Ascanio dijo: «¡Pídele un plazo!», y Flaviarosa lo hizo. El oficial le respondió que el tiempo requerido para volver al barco y traer la respuesta del almirante. «¡Sólo una hora!» «¡Quizá algo menos!»

Se había agolpado la gente delante de la Señoría, y abrieron calle para que el oficial pasase, siempre escoltado de un par de funcionarios. «¡Nos van a asar vivos!», gritaba un cobarde; y otro decía: «¡Como cuando entraron los turcos en el seiscientos nueve! ¡Se llevaron para sus harenes a todos los jóvenes, muchachos y muchachas, que quedaron con vida!». «Los franceses no tienen harenes.» «Pero sí ejércitos en guerra, que necesitan soldados y putas de acompañamiento.» «Los tiempos han cambiado… Se deja que disparen el primer cañonazo, para quedar con color, y en seguida, bandera blanca.» «Pero, ¿y si caes a la primera?» Pero este caso de cobardía fue más bien aislado, y lo que cundió en la Isla, agitada sobre todo por el clero, que veía en los franceses el demonio, fue el espíritu de resistencia. Hubo unanimidad en la vocación de sacrificio, y hasta las monjas de Santa Clara (debidamente autorizadas, eso sí) salieron del monasterio y se apuntaron para aprender a tirar.

Перейти на страницу:

Похожие книги

Год Дракона
Год Дракона

«Год Дракона» Вадима Давыдова – интригующий сплав политического памфлета с элементами фантастики и детектива, и любовного романа, не оставляющий никого равнодушным. Гневные инвективы героев и автора способны вызвать нешуточные споры и спровоцировать все мыслимые обвинения, кроме одного – обвинения в неискренности. Очередная «альтернатива»? Нет, не только! Обнаженный нерв повествования, страстные диалоги и стремительно разворачивающаяся развязка со счастливым – или почти счастливым – финалом не дадут скучать, заставят ненавидеть – и любить. Да-да, вы не ослышались. «Год Дракона» – книга о Любви. А Любовь, если она настоящая, всегда похожа на Сказку.

Андрей Грязнов , Вадим Давыдов , Валентина Михайловна Пахомова , Ли Леви , Мария Нил , Юлия Радошкевич

Фантастика / Детективы / Проза / Современная русская и зарубежная проза / Научная Фантастика / Современная проза
Женский хор
Женский хор

«Какое мне дело до женщин и их несчастий? Я создана для того, чтобы рассекать, извлекать, отрезать, зашивать. Чтобы лечить настоящие болезни, а не держать кого-то за руку» — с такой установкой прибывает в «женское» Отделение 77 интерн Джинн Этвуд. Она была лучшей студенткой на курсе и планировала занять должность хирурга в престижной больнице, но… Для начала ей придется пройти полугодовую стажировку в отделении Франца Кармы.Этот доктор руководствуется принципом «Врач — тот, кого пациент берет за руку», и высокомерие нового интерна его не слишком впечатляет. Они заключают договор: Джинн должна продержаться в «женском» отделении неделю. Неделю она будет следовать за ним как тень, чтобы научиться слушать и уважать своих пациентов. А на восьмой день примет решение — продолжать стажировку или переводиться в другую больницу.

Мартин Винклер

Современная проза / Проза / Современная русская и зарубежная проза