Читаем La Tierra permanece полностью

Los vacunos, los caballos, los asnos han vivido libremente miles de siglos errando por bosques, estepas y desiertos. Luego el hombre conquistó el poder y empleó para sus propios fines a vacunos, caballos y asnos. Ahora, acabado el reino del hombre, los animales recuperaban la libertad.

Encerradas en los establos, las vacas, torturadas por la sed, mugieron un tiempo y al fin callaron. Los caballos murieron en las cuadras, lentamente.

Los asnos recorren ahora los desiertos, como en los viejos días. Huelen el viento del este, trotan por los lechos de los lagos secos, suben las lomas pedregosas y se alimentan de espinos, acompañados por los borregos de largos cuernos.

Pero los Hereford de cara blanca encontraron cómo subsistir en las praderas, y aun en las granjas el ganado rompió los cercados y recobró la libertad, uniéndose a caballos y asnos…

Los caballos prefirieron la extensión ilimitada de las llanuras. Comen el pasto verde de la primavera, y el pasto seco del otoño, y en invierno buscan bajo la nieve algunas briznas marchitas, acompañados por rebaños de cuernos afilados.

Las vacas buscan las tierras más verdes y los bosques. Ocultan en los matorrales a los recién nacidos, hasta que éstos pueden seguir a las madres. Los bisontes son sus compañeros y sus rivales. Entre los machos estallan sangrientas peleas. Vencen los más fuertes, y los bisontes recuperan sus antiguos dominios. Entonces el ganado se refugia en las profundidades de los bosques.


En Kingman no había electricidad, pero el agua corría aún. Un depósito de gas líquido alimentaba la cocina del hotel y la presión era normal. La falta de refrigeración eléctrica privó a Ish de huevos, manteca y leche. Pero después de asaltar un almacén pudo prepararse un excelente desayuno: pomelos en su jugo, salchichas en lata, mermeladas. Preparó una buena cantidad de café y le añadió leche condensada y azúcar. Princesa se hartó de carne de caballo en conserva. Después del desayuno, y con la ayuda del martillo y un cincel, Ish agujereó el tanque de un camión, recogió la gasolina en una lata y pasó el combustible a su coche. En la ciudad había algunos cadáveres, pero el calor seco de Arizona los había momificado.

Más allá de Kingman, unos densos pinares se perdían a lo lejos. La carretera era casi el único testimonio de la actividad del hombre. No había hilos telefónicos; las cercas eran raras. Las praderas se extendían a derecha e izquierda, verdes por las lluvias del verano y salpicadas de arbustos. El pastoreo había cambiado el aspecto de los campos, y la desaparición del hombre traería otras modificaciones. Libres de la amenaza de los mataderos, los rebaños se multiplicarían, y antes que sus enemigos pudieran diezmarlos habrían devorado las hierbas hasta las raíces, cambiando la faz de la tierra. O era posible también que la fiebre aftosa cruzase la frontera de México acabando con los vacunos. Y quizá los lobos y pumas se propagarían muy rápidamente. De todos modos, al cabo de veinticinco o cincuenta años, la situación se estabilizaría, y el mundo sería otra vez como antes de la llegada del hombre blanco.

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