Cuando hubo acabado volvió a colocar la tubería; le pareció mucho mas fácil colocarla de lo que le había parecido sacarla, y enroscó
El sifón de nuevo. Encontró la bolsa de basura en la que había guardado la ropa de Dave la noche anterior y añadió la bolsa con la camisa hecha jirones de Michael; después coló el contenido del cubo de plástico, lo tiró en el retrete, limpió el colador con un trozo de papel higiénico y tiró el papel dentro de la bolsa que contenía todo lo demás.
Así pues, allí estaban todas las pruebas.
O como mínimo, todas las pruebas que ella podía eliminar. Si Dave le había mentido sobre el cuchillo, sobre no haber dejado huellas dactilares en ninguna parte, o sobre los posibles testigos de su… ¿crimen? ¿defensa propia?, entonces no podría hacer nada por ayudarle. Sin embargo, ella había aceptado el desafío en su propia casa. Había transigido con todo lo que él le había impuesto desde que llegara a casa la noche anterior y lo había solucionado. Lo había conseguido. Volvía a sentirse mareada y poderosa, más entusiasta y más útil que nunca, y se dio cuenta, de forma repentina y agradable, de que aún era joven Y fuerte, y que desde luego no era una tostadora desechable ni ningún aspirador roto. Había sobrevivido a la muerte de sus padres, a años de problemas financieros, al susto de la neumonía de su hijo cuando éste sólo contaba con seis meses de edad, y no por ello se había vuelto más débil, tal y como había creído, sino que estaba sólo más cansada, pero aquello iba a cambiar ahora que había recordado quién era. Y, sin lugar a dudas, era una mujer que no se acobardaba ante los problemas, sino que los afrontaba y que decía: «De acuerdo, sácalo. Saca lo peor de tu persona. Ya me volveré a levantar, siempre. No tengo ninguna intención de marchitarme y morir; así que, ten cuidado».
Recogió la bolsa de basura de color verde del suelo y la retorció con las manos hasta que se asemejó al cuello descarnado de un hombre viejo; luego la alisó e hizo un nudo en la parte de arriba. Se detuvo, pensando que era extraño que la bolsa le hubiera hecho pensar en el cuello de un anciano. ¿De dónde le debía de venir aquella imagen? Se percató de que el televisor se había quedado sin imagen. Hacía un momento, Tiger Woods se paseaba por el
Se oyó un pitido y en la pantalla apareció una línea blanca. Celeste supo que si se había fundido el tubo de imagen del televisor, lo tiraría al porche. En aquel preciso momento y sin tener en cuenta las consecuencias.
Pero la Iínea blanca dio paso al plató del telediario. La presentadora, que parecía nerviosa y preocupada, dijo: «Interrumpimos la emisión para contarles una historia desgarradora. Valerie Corapi, nuestra enviada especial, se encuentra en la entrada del Penitentiary Park de East Buckingham, en el que la policía ha emprendido la búsqueda en gran escala de una mujer desaparecida. ¿Valerie?».
Celeste vio que el plano del estudio daba paso a una toma desde un helicóptero. Era una confusa visión aérea de la calle Sydney y del Penitentiary Park y de lo que parecía un ejército de policías moviéndose por todas partes. Divisó docenas de diminutas figuras, negras como hormigas por la distancia, que atravesaban el parque; también había botes de policía en el canal. Una hilera de aquellas figuras se dirigía con resolución hacia la arboleda que rodeaba la pantalla del antiguo autocine.
El helicóptero fue de un lado a otro a causa de una ráfaga de viento y el objetivo de la cámara se desenfocó; por un instante Celeste se encontró contemplando la zona del otro lado del canal, Shawmut Boulevard y su extensión de polígonos industriales.
– En este mismo momento, nos encontramos en East Buckingham, donde, a primera hora de la mañana, la policía inició una búsqueda en gran escala de una mujer desaparecida, y que prosigue ya bien entrada la tarde… Fuentes desconocidas han confirmado al Canal Cuatro que el coche abandonado de la mujer presenta indicios de que pueda haberse perpetrado en él un hecho abyecto. Bien, Virginia, esto… no sé si lo puedes ver…
La cámara del helicóptero dio un nauseabundo giro de ciento ochenta grados, dejó de enfocar los polígonos industriales de Shawmut y mostró un coche azul oscuro que estaba aparcado en la calle Sydney; la puerta estaba abierta y tenía toda la pinta de estar abandonado, mientras la policía daba marcha atrás a un camión para remolcarlo con él.
La periodista continuó: