Se preguntó qué les habría pasado a los otros. La Tribu contaba ahora con algunos centenares de miembros. Pero estaba demasiado cansado para hacer preguntas, y la calma de los jóvenes permitía suponer que todos estaban sanos y salvos. Seguramente, pensó, se habían alejado a la primera amenaza de incendio, y quizás, en el último instante, Jack se había acordado del viejo que era también un dios y dormía solo en su casa.
Sí, ahora lo más simple era quedarse quieto y mirar y reflexionar sin hacer preguntas. Observó otra vez a los muchachos.
Uno de ellos jugaba ahora con un perro. Adelantaba la mano y la retiraba y el perro trataba de atraparla con alegres gruñidos. El animal y el muchacho parecían compartir la misma sencilla felicidad. Otro de los jóvenes tallaba una madera de pino. El cuchillo iba formando una figura que apareció poco a poco ante Ish. E Ish sonrió, pues la figura tenía caderas anchas y pechos abundantes; los jóvenes no habían cambiado mucho.
Aunque no conocía sus nombres, salvo el de Jack, todos debían de ser nietos o bisnietos suyos. Sentados en aquella gruta, entre dos altas rocas, jugaban con un perro o esculpían figuras mientras a su alrededor rugía el fuego. La civilización había desaparecido hacía muchos años, ahora ardían los últimos restos de la ciudad, y sin embargo, aquellos tres jóvenes parecían felices.
¿Todo había sido para bien, en el mejor de los mundos? ¡Salimos de la caverna y volvemos a la caverna! Si el elegido no hubiese muerto, si hubieran nacido otros parecidos a él, todo sería diferente. Oh, Joey, Joey. Pero ¿no era mejor así?
De pronto sintió deseos de vivir mucho tiempo, cien años más, y otros cien. Se había pasado la vida observando a los hombres y hubiese querido seguir así indefinidamente. El siglo siguiente, y el milenio siguiente serían épocas interesantes.
Luego, según la costumbre de los ancianos, cayó en una somnolencia entre el pensamiento y el sueño.
Pasó el tiempo y tuvieron hambre y sed. El fuego se había apagado en algunos sitios, y uno de los jóvenes salió a reconocer el terreno. Al rato volvió con una vieja tetera que había llenado de agua en un manantial. Se la ofreció ante todo a Ish, que bebió a grandes tragos. Después bebieron los otros.