Читаем Marina полностью

– Días más tarde, en el entierro de mis compañeros, me encontré con Sentís -continuó Florián. Estaba turbado, con aspecto de no haber dormido en días. Llevaba la ropa sucia y apestaba a alcohol. Me confesó que no se atrevía a volver a su casa, que llevaba días vagando, durmiendo en locales públicos… "Mi vida no vale nada, Florián", me dijo. "Soy un hombre muerto." Le ofrecí la protección de la policía. Se rió. Incluso le propuse refugiarse en mi casa. Se negó. "No quiero tener su muerte en la conciencia, Florián", dijo antes de perderse entre la gente.


En los siguientes meses, todos los antiguos miembros del consejo directivo de la Velo Granell encontraron la muerte, teóricamente, de un modo natural. Fallo cardíaco, fue el dictamen médico en todos los casos. Las circunstancias eran similares. A solas en sus lechos, siempre a medianoche, siempre arrastrándose por el suelo…, huyendo de una muerte que no dejaba rastro. Todos excepto Benjamín Sentís. No volví a hablar con él en treinta años, hasta hace unas semanas.

– Antes de su muerte… -apunté.

Florián asintió.


– Llamó a la comisaría y preguntó por mí. Según él, tenía información sobre los crímenes en la fábrica y sobre el caso de la Velo Granell. Le llamé y hablé con él. Pensé que deliraba, pero accedí a verle. Por compasión. Quedamos en una bodega de la calle Princesa al día siguiente. No se presentó a la cita. Dos días más tarde, un viejo amigo de la comisaría me llamó para decirme que habían encontrado su cadáver en un túnel abandonado de las alcantarillas en Ciutat Vella. Las manos artificiales que Kolvenik había creado para él habían sido amputadas. Pero eso venía en la prensa.

Lo que los diarios no publicaron es que la policía encontró una palabra escrita con sangre en la pared del túnel: "Teufel".

– ¿"Teufel"?

– Es alemán -dijo Marina. Significa "diablo".

– También es el nombre del símbolo de Kolvenik -nos desveló Florián.

– ¿La mariposa negra?

Él movió afirmativamente la cabeza.

– ¿Por qué se llama así? -preguntó Marina.

– No soy entomólogo. Sólo sé que Kolvenik las coleccionaba -dijo.


Se acercaba el mediodía y Florián nos invitó a comer algo en un bar que había junto a la estación. A todos nos apetecía salir de aquella casa. El dueño del bar parecía amigo de Florián y nos guió a una mesa apartada junto a la ventana.

– ¿Visita de los nietos, jefe? -le preguntó, sonriente.

El aludido asintió sin dar más explicaciones. Un camarero nos sirvió unas raciones de tortilla y pan con tomate; también trajo una cajetilla de Ducados para Florián. Saboreando la comida, que estaba excelente, Florián prosiguió su relato.

– Al iniciar la investigación sobre la Velo Granell, averigüé que Mijail Kolvenik no tenía un pasado claro… En Praga no había registro alguno de su nacimiento y nacionalidad. Probablemente Mijail no era su verdadero nombre.

– ¿Quién era entonces? -pregunté.

Hace más de treinta años que me hago esa pregunta. De hecho, cuando me puse en contacto con la policía de Praga, sí descubrí el nombre de un tal Mijail Kolvenik, pero aparecía en los registros de Wolfterhaus.

– ¿Qué es eso? -pregunté.

– El manicomio municipal. Pero no creo que Kolvenik hubiese estado nunca allí. Simplemente adoptó el nombre de uno de los internos. Kolvenik no estaba loco.

– ¿Por qué motivo adoptaría Kolvenik la identidad de un paciente de un manicomio? -preguntó Marina.

– No era algo tan inusual en la época explicó Florián. En tiempos de guerra, cambiar de identidad puede significar nacer de nuevo. Dejar atrás un pasado indeseable. Sois muy jóvenes y no habéis vivido una guerra. No se conoce a la gente hasta que se ha vivido una guerra…

– ¿Tenía Kolvenik algo que ocultar? -pregunté. Si la policía de Praga estaba informada respecto a él, sería por algo…

– Pura coincidencia de apellidos. Burocracia. Creedme, sé de lo que hablo -dijo Florián. Suponiendo que el Kolvenik de sus archivos fuese nuestro Kolvenik, dejó poco rastro. Su nombre se mencionaba en la investigación de la muerte de un cirujano de Praga, un hombre llamado Antonin Kolvenik. El caso fue cerrado y la muerte atribuida a causas naturales.

– ¿Por qué motivo entonces llevaron a ese Mijail Kolvenik a un manicomio? -interrogó Marina esta vez.

Florián dudó unos instantes, como si no se atreviese a contestar. Se sospechaba que había hecho algo con el cuerpo del fallecido…

– ¿Algo?

– La policía de Praga no aclaró el qué -replicó Florián secamente, y encendió otro cigarrillo.

Nos sumimos en un largo silencio.

– ¿Qué hay de la historia que nos explicó el doctor Shelley? Acerca del hermano gemelo de Kolvenik, la enfermedad degenerativa y…

– Eso es lo que Kolvenik le explicó. Ese hombre mentía con la misma facilidad con que respiraba. Y Shelley tenía buenas razones para creerle sin hacer preguntas -dijo Florián. Kolvenik financiaba su instituto médico y sus investigaciones hasta la última peseta. Shelley era prácticamente un empleado más de la Velo Granell.

Un esbirro…

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