Читаем Marina полностью

– Así pues, ¿el hermano gemelo de Kolvenik era otra ficción? estaba desconcertado. Su existencia justificaría la obsesión de Kolvenik por las víctimas con deformaciones y…

– No creo que el hermano fuese una ficción -cortó Florián. En mi opinión.

– ¿Entonces?

– Creo que ese niño del que hablaba era en realidad él mismo.

– Una pregunta más, inspector…

– Ya no soy inspector, hija.

– Víctor, entonces. ¿Todavía es Víctor, verdad?

Aquélla fue la primera vez que vi sonreír a Florián de manera relajada y abierta.

– ¿Cuál es la pregunta?

– Nos ha dicho que, al investigar las acusaciones de fraude de la Velo Granell, descubrieron que había algo más…

– Sí. Al principio creímos que era un subterfugio, lo típico: cuentas de gastos y pagos inexistentes para evadir impuestos, pagos a hospitales, centros de acogida de indigentes, etc. Hasta que a uno de mis hombres le resultó extraño que ciertas partidas de gastos se facturasen, con la firma y aprobación del doctor Shelley, desde el servicio de Necropsias de varios hospitales de Barcelona. Los depósitos de cadáveres, vamos aclaró el ex policía. La "morgue".

– ¿Kolvenik vendía cadáveres? -sugirió Marina.

– No. Los estaba comprando. Por docenas. Vagabundos. Gentes que morían sin familia ni conocidos. Suicidas, ahogados, ancianos abandonados… Los olvidados de la ciudad.

El murmullo de una radio se perdía en el fondo, como un eco de nuestra conversación.

– ¿Y qué hacía Kolvenik con esos cuerpos?

– Nadie lo sabe repuso Florián. Nunca llegamos a encontrarlos.

– Pero usted tiene una teoría al respecto, ¿no es así, Víctor? -continuó Marina.

Florián nos observó en silencio. -No.


Para ser un policía, aunque estuviese retirado, mentir no se le daba bien. Marina no insistió en el tema. El inspector se veía cansado, consumido por sombras que poblaban sus recuerdos. Toda su ferocidad se había desmoronado. El cigarrillo le temblaba en las manos y se hacía difícil determinar quién se estaba fumando a quién.

– En cuanto a ese invernadero del que me habéis hablado… No volváis a él. Olvidad todo este asunto. Olvidad ese álbum de fotografías, esa tumba sin nombre y esa dama que la visita. Olvidad a Sentís, a Shelley y a mí, que no soy más que un pobre viejo que no sabe ni lo que se dice. Este asunto ha destruido ya suficientes vidas. Dejadlo.

Hizo señas al camarero para que anotase la consumición en su cuenta y concluyó:

– Prometedme que me haréis caso.

Me pregunté cómo íbamos a dejar correr el asunto cuando precisamente el asunto venía corriendo detrás de nosotros. Después de lo que había sucedido la noche anterior, sus consejos me sonaban a cuento de hadas.

– Lo intentaremos -aceptó Marina por los dos.

– El camino al infierno está hecho de buenas intenciones -repuso Florián.


El inspector nos acompañó hasta la estación del funicular y nos dio el teléfono del bar.

– Aquí me conocen. Si necesitáis cualquier cosa, llamad y me darán el recado. A cualquier hora del día o la noche. Manu, el dueño, tiene insomnio crónico y pasa las noches escuchando la BBC a ver si aprende idiomas, o sea que no molestaréis…

– No sé cómo agradecerle…

– Agradecédmelo haciéndome caso y manteniéndoos al margen de este enredo -cortó Florián.

Asentimos. El funicular abrió sus puertas.

– ¿Y usted, Víctor? -preguntó Marina. ¿Qué va a hacer usted?

– Lo que hacemos todos los ancianos: sentarme a recordar y preguntarme qué hubiera pasado si lo hubiese hecho todo al revés. Anda, marchaos ya…

Nos metimos en el vagón y nos sentamos junto a la ventana. Atardecía. Sonó un silbato y las puertas se cerraron. El funicular inició el descenso con una sacudida. Lentamente las luces de Vallvidrera fueron quedando atrás, igual que la silueta de Florián, inmóvil en el andén.


Germán había preparado un delicioso plato italiano cuyo nombre sonaba a repertorio de ópera. Cenamos en la cocina, escuchando a Germán relatar su torneo de ajedrez con el cura, que, como siempre, le había ganado. Marina permaneció inusualmente callada durante la cena, dejándonos a Germán ya mí el peso de la conversación. Me pregunté incluso si habría dicho o hecho algo que la hubiese molestado. Tras la cena Germán me retó a un partida de ajedrez.

– Me encantaría, pero creo que me toca fregar platos -aduje.

– Yo los lavaré -dijo Marina a mi espalda, débilmente.

– No, en serio… -objeté.

Germán ya estaba en la otra habitación, canturreando y ordenando líneas de peones. Me volví a Marina, que desvió la mirada y se puso a fregar.

– Déjame que te ayude.

– No… Ve con Germán. Dale el gusto.

– ¿Viene usted, Oscar? -llegó la voz de Germán desde la sala.

Contemplé a Marina a la luz de las velas que ardían sobre la repisa. Me pareció verla pálida, cansada.

– ¿Estás bien?

Se volvió y me sonrió. Marina tenía un modo de sonreír que me hacía sentir pequeño e insignificante.

– Anda, ve. Y déjale ganar.

– Eso es fácil.

Le hice caso y la dejé a solas.


Me reuní con su padre en el salón.

Allí, bajo el candelabro de cuarzo, me senté al tablero dispuesto a que pasara el buen rato que su hija deseaba.

– Mueve usted, Oscar.

Перейти на страницу:

Похожие книги

Люди августа
Люди августа

1991 год. Август. На Лубянке свален бронзовый истукан, и многим кажется, что здесь и сейчас рождается новая страна. В эти эйфорические дни обычный советский подросток получает необычный подарок – втайне написанную бабушкой историю семьи.Эта история дважды поразит его. В первый раз – когда он осознает, сколького он не знал, почему рос как дичок. А второй раз – когда поймет, что рассказано – не все, что мемуары – лишь способ спрятать среди множества фактов отсутствие одного звена: кем был его дед, отец отца, человек, ни разу не упомянутый, «вычеркнутый» из текста.Попытка разгадать эту тайну станет судьбой. А судьба приведет в бывшие лагеря Казахстана, на воюющий Кавказ, заставит искать безымянных арестантов прежней эпохи и пропавших без вести в новой войне, питающейся давней ненавистью. Повяжет кровью и виной.Лишь повторив чужую судьбу до конца, он поймет, кем был его дед. Поймет в августе 1999-го…

Сергей Сергеевич Лебедев

Проза / Современная русская и зарубежная проза / Современная проза
Дива
Дива

Действие нового произведения выдающегося мастера русской прозы Сергея Алексеева «Дива» разворачивается в заповедных местах Вологодчины. На медвежьей охоте, организованной для одного европейского короля, внезапно пропадает его дочь-принцесса… А ведь в здешних угодьях есть и деревня колдунов, и болота с нечистой силой…Кто на самом деле причастен к исчезновению принцессы? Куда приведут загадочные повороты сюжета? Сказка смешалась с реальностью, и разобраться, где правда, а где вымысел, сможет только очень искушённый читатель.Смертельно опасные, но забавные перипетии романа и приключения героев захватывают дух. Сюжетные линии книги пронизывает и объединяет центральный образ загадочной и сильной, ласковой и удивительно привлекательной Дивы — русской женщины, о которой мечтает большинство мужчин. Главное её качество — это колдовская сила любви, из-за которой, собственно, и разгорелся весь этот сыр-бор…

Карина Пьянкова , Карина Сергеевна Пьянкова , Сергей Трофимович Алексеев

Любовное фэнтези, любовно-фантастические романы / Проза / Современная русская и зарубежная проза / Самиздат, сетевая литература / Современная проза