Читаем Memorial Del Convento полностью

Con tales precedentes, siendo tan favorecidos los franciscanos de medios para alterar, invertir o acelerar el orden natural de las cosas, hasta la matriz renitente de la reina obedecerá a la fulminante imposición del milagro. Tanto más cuanto que convento en Mafra es algo que desea la orden de San Francisco desde mil seiscientos veinticuatro, aún era rey de Portugal un Felipe español, que, por serlo, e importarle pues muy poco los frailes de por acá, en los dieciséis años que le duró la realeza nunca dio consentimiento. No cesaron por eso las diligencias, metióse en el empeño el valimiento de los nobles donatarios de la villa, pero parecía agotada la potencia y embotada la pertinacia de la Provincia de Arrábida, que al convento aspiraba, pues aún ayer, que tanto se puede decir de lo que apenas hace seis años que aconteció en mil setecientos cinco, dio parecer desfavorable el Desembargo do Paço a una nueva petición, y con no pequeño atrevimiento se expreso, si no es falta de respeto por los intereses materiales y espirituales de la Iglesia, osando considerar no era conveniente la pretendida fundación por estar el reino muy onerado de conventos mendicantes, y por muchos otros inconvenientes que la prudencia humana sabe dictar. Sabe Dios qué inconvenientes dictaba la prudencia humana a los del Tribunal, pero ahora van a tener que comerse la lengua y digerir el mal pensamiento, que ya dijo fray Antonio de San José que, en habiendo convento, habrá sucesión. La promesa está hecha, parirá la reina, la orden franciscana cogerá la palma de la victoria, ella que tantas cogió del martirio. Cien años de espera no son mortificación excesiva para quien cuenta con vivir la eternidad.

Vimos cómo, en instancia final, salió absuelto el estudiante de la sospecha de robo de las lámparas. Ahora no se va a decir que por secretos de confesión divulgados supieron los frailes de la Arrábida de la preñez de la reina antes incluso de que ella se lo participara al rey. No se va a decir ahora que Doña María Ana, por ser tan piadosa señora, acordó callar un tiempo suficiente para que apareciera con el reclamo de la promesa el virtuoso fray Antonio. No se va a decir ahora que el rey contará las lunas desde la noche del voto hasta el día en que nacerá el infante, y que las hallará completas. No se diga más de lo que dicho queda.

Salgan, pues, absueltos los franciscanos de esta sospecha, si nunca se hubieran hallado en otras igualmente dudosas.


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