Читаем Memorial Del Convento полностью

A lo largo del año hay quien muere por haber comido mucho durante toda su vida, razón por la que se repiten los accidentes apopléticos, primero, segundo y tercero, y a veces basta uno para llevar a la sepultura, y, si el accidentado provisionalmente escapó, queda tullido de un lado, con la boca tuerta, sin voz si el lado fue ése, y también sin remedios que le acudan, fuera de las sangrías, que se recetan por medias docenas. Pero no falta, y por eso mismo fallece más fácilmente, quien muere por haber comido poco durante toda la vida, o quien la aguantó con un triste pasar a base de sardina y arroz, más la lechuga que dio su apodo a los moradores, y carne, cuando cumple años su majestad. Quiere Dios que el río sea pródigo en peces, loados sean los tres por eso. Y que la lechuga, a más de otras hortalizas, vengan en jumentos de las aldeas, en serones completos, a gritos de rústicos y rústicas, que en este trabajo no se distinguen. Y que no falte el arroz más allá de lo tolerable. Pero esta ciudad, más que cualquier otra, es una boca que mastica de sobras por un lado y con estrecheces por el otro, sin que haya, pues, término medio entre la papada pletórica y el cuello fruncido, entre la narizota rubicunda y la otra hética, entre la nalga danzarina y la escurrida, entre la panza repleta y la barriga pegada a la espalda. Sin embargo, la Cuaresma, como el sol, cuando nace es para todos.


Corrió el Antruejo por esas calles, quien pudo se atracó de gallina y de carnero, de sueños y buñuelos, se pegó el lote por los rincones quien no pierde baza autorizada, se pusieron rabos celebrados en lomos fugitivos, se roció de agua la cara con jeringas de lavativas, se atizaron incautos con ristras de cebollas, bebieron vino hasta el regüeldo y el vómito, se partieron ollas, se tocaron gaitas, y si más no se revolcaron por travesías, plazas y rinconadas, barriga al aire, es porque la ciudad es inmunda, está alfombrada de excrementos, de basura, de perros pustulentos y gatos vagabundos, y cieno hasta cuando no llueve. Ahora es tiempo de pagar los cometidos excesos, mortificar el alma para que el cuerpo finja arrepentirse, él rebelde, él insumiso, este cuerpo parco y puerco de la pocilga que es Lisboa.

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