Entonces, ¿a quién buscaba Brendan? ¿Sería lo bastante estúpido para ocurrírsele atracar la tienda? Jimmy había conocido al padre de Brendan, Ray Harris,
Se volvió hacia Jimmy y sus miradas se cruzaron; el chico le dedicó una sonrisa nerviosa y amistosa a Jimmy, haciendo un gran esfuerzo, como si quisiera compensar el hecho de que estaba pensando en otra cosa.
– ¿Te puedo ayudar, Brendan? -le preguntó Jimmy.
– No, no, señor Marcus, sólo quiero un poco de ese té irlandés que le gusta tanto a mi madre.
– ¿Barry's?
– Sí, eso es.
– Está en el siguiente pasillo.
– ¡Ah, gracias!
Jimmy se volvió a colocar detrás de la caja registradora en el momento en que Pete entraba, apestando todo él al olor rancio característico de quien se ha fumado un cigarrillo a toda prisa.
– ¿A qué hora me has dicho que va a llegar Sal? -le preguntó Jimmy.
– Debe de estar a punto de llegar. -Pete se apoyó en la estantería corrediza de cigarrillos que había bajo los fajos de boletos y soltó un suspiro-. Va muy lento, Jimmy.
– ¿Sal?- Jimmy observo como Brendan y Ray
– ¡Ya sé que es por eso por lo que va tan lento! -exclamó Pete-solo hablaba por hablar. Si a las ocho de la mañana hubiéramos estado aquí él y yo en vez de nosotros dos, Jim… aún estaríamos colocándolo todo.
– Por eso lo pongo en turnos en los que no hay tanto trabajo. Bien, de todas maneras, esta mañana no nos tocaba a ti y a mí, o a ti y a Sal. En teoría, teníais que ser tú y Katie.
Brendan y Ray
Pete salió de detrás de los estantes de cigarrillos y le preguntó:
– ¿Eso es todo, Brendan?
– Yo… yo… yo… -tartamudeó Brendan y después miró a su hermano pequeño-. Creo que sí. Espere que se lo pregunte a Ray.
Empezaron a mover las manos por el aire otra vez, y los dos iban tan deprisa que aunque hubieran hablado en voz alta, habría sido muy difícil para Jimmy seguir la conversación. Sin embargo, el rostro de Ray
Dejaron de mover los brazos arriba y abajo; Brendan se agachó delante de la estantería de golosinas y cogió una barrita de chocolate CoIeman, lo que le hizo a Jimmy pensar en su padre y en el olor que desprendía aquel año que trabajó en la fábrica de golosinas.
– Y un
– Por supuesto, chico -le contestó Pete mientras empezaba a hacer la suma.
– Bueno, pues… yo creía que Katie trabajaba los domingos -Brendan entrego a Pete un billete de diez.
Pete alzo las cejas al apretar la tecla de la caja; el cajón se abrió y le dio en la barriga.
– Estas un poco enamorado de la hija de mi jefe, ¿no Brendan? Sin mirar a Jimmy exclamó.
– ¡No, no, no! -soltó una risa que desapareció tan pronto como le salió de la boca-. Sólo lo preguntaba porque los domingos suelo verla por aquí.
– Su hermana pequeña hace hoy la Primera Comunión -anunció Jimmy.
– ¿Ah, Nadine?
Brendan miró a Jimmy, con los ojos demasiado abiertos y con una sonrisa demasiado ancha.
– Nadine -repitió Jimmy, sorprendido de que Brendan se hubiera acordado del nombre tan fácilmente-. Sí.
– Bien, felicítela de mi parte y de la de Ray.
– Claro, Brendan.
Brendan bajó la mirada hasta el mostrador y asintió varias veces con la cabeza mientras Pete ponía en una bolsa el té y la barrita.
– Bien, bueno, encantado de verles. ¡Vamos, Ray!