Читаем Memorial Del Convento полностью

Se metió Baltasar por la calle ancha, hacia el Rossío tras haber entrado en la iglesia de Nuestra Señora da Oliveira, donde oyó una misa y cambió guiños con una mujer sola que pareció prendarse de él, diversión por otra parte general, porque, mujeres a un lado, hombres a otro, recados, gestos, movimientos de pañuelo, muecas, guiños, no hacían más, si no es pecado el hacer tanto, que transmitir mensajes, combinar citas, pactar acuerdos, pero viniendo Baltasar de tan lejos, maltratado por los caminos, sin dinero para golosinas y cintas de seda, no fue adelante el cortejo y, saliendo de la iglesia, se metió por la calle ancha hacia el Rossío. Día era éste de mujeres, como confirmaba la docena de ellas que salía de una callejuela, rodeadas de cuadrilleros negros que las hacían avanzar a golpes, y con un mayoral vara en mano, y eran casi todas rubias, de ojos azules, verdes, cenicientos, Quiénes son éstas, preguntó Sietesoles, y cuando un hombre se lo dijo ya estaba él seguro de que eran las inglesas llevadas al navío de donde por fraude del capitán habían salido, y qué remedio ahora sino ir a las Barbadas, en vez de quedarse en esta buena tierra portuguesa, tan favorecedora de putas extranjeras, oficio que se ríe de las confusiones de Babel porque en sus oficinas se puede entrar mudo y salir callado, si es que antes ha hablado el dinero. Pero el patrón de la barca había dicho que eran unas cincuenta, y allí no iban más de doce, Qué ha sido de las otras, y el hombre respondió, Ya cogieron unas cuantas, pero no se las llevan a todas porque algunas se han escondido bien escondidas, seguro que a esta hora ya saben si hay diferencia entre ingleses y portugueses. Siguió Baltasar su camino, haciendo promesa a San Bento de un corazón de cera si, al menos una vez en la vida, le ponía delante a una inglesa rubia, de ojos verdes, y que fuera alta y delgada. Si el día de la fiesta de ese santo va la gente a su puerta para pedir que no le falte el pan, si las mujeres que quieren un buen marido mandan rezarle misas los viernes, qué mal hay en que un soldado le pida a San Bento una inglesa, aunque sólo sea por una vez, por no morir ignorante.

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