Читаем Memorial Del Convento полностью


Que espere. Por ahora aún el rey está preparándose para la noche. Lo desnudaron los camareros, lo vistieron con el traje de la función y del estilo, pasadas las ropas de mano en mano tan reverentemente como reliquias de santas que hubieran trasladado doncellas, y esto ocurre en presencia de otros criados y pajes, este que abre el gran cajón, aquél aparta la cortina, uno alza el velón, otro le amortigua el brillo, dos que no se mueven, dos que imitan a éstos y tantos que no se sabe qué hacen ni para qué están. Al fin, tras tanto esfuerzo de todos, quedó dispuesto el rey, uno de los hidalgos rectifica el pliegue final, otro ajusta el cuello bordado, antes de un minuto estará Don Juan V camino del cuarto de la reina. El cántaro está a la espera de la fuente.

Pero entra ahora Don Nuno da Cunha, que es el obispo inquisidor y trae consigo a un franciscano viejo. Entre pasar adelante y decir el recado hay reverencias complicarlas, floreos de aproximación, pausas y retrocesos, que son las fórmulas de acceso a la vecindad del rey, y todo esto habremos de dar por hecho y explicado vista la prisa que trae el obispo y considerando el temblor inspirado del fraile. Se retiran en un aparte Don Juan V y el inquisidor, y éste dice, Ese que está ahí es fray Antonio de San José, a quien, hablándole yo de la tristeza de vuestra majestad por no haberle dado hijos la reina nuestra señora, pedí que encomendara vuestra majestad a Dios para que le diera sucesión, y él me respondió que vuestra majestad tendrá hijos si quiere tenerlos, y entonces le pregunté qué quería decir con tan oscuras palabras, dado que es sabido que hijos vuestra majestad quiere tenerlos, y él me respondió, con palabras al fin muy claras, que si vuestra majestad prometiera levantar un convento en la villa de Mafra, Dios le daría sucesión, y habiendo declarado esto se calló Don Nuno e hizo un gesto al frailuco.


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